¿Miel o limón?
“Exhorto, ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres” (1 Timoteo 2:1).
En 1 Timoteo 2, Pablo nos desafía a cuatro acciones:
1-Orar en favor de las autoridades, para que legislen de manera correcta y justa.
2-Practicar una vida de oración genuina, ya sea privada o pública, en una atmósfera de amor y perdón.
3-Tener buen gusto, equilibrio y discreción, ya que son elementos esenciales de una vida pautada por los principios bíblicos, incluso en la manera de vestir.
4-Cumplir fielmente el legado de fortalecer el hogar. Dios ha confiado un gran honor a las mujeres con el don de la maternidad. Ellas no solo serán consideradas benditas por su marido y sus hijos, sino también recibirán la aprobación del Señor. Dios recompensa en esta Tierra y en la Eternidad a aquellas madres que depusieron o pospusieron su desarrollo económico o profesional en favor de la formación de sus hijos.
Petrolina es un municipio del Estado de Pernambuco, Brasil. Es la región más productiva de uvas en todo el país. Un día, el Pr. Josanan pasó por los viñedos del hermano Marcos, y este le dio uvas. Pocas semanas más tarde volvió a darle uvas, pero esta vez para su padre.
Al probarlas, notó que había diferencias. Las primeras eran más bien ácidas, mientras que las últimas eran bien dulces. ¿Por qué? Muy simple: habían estado más tiempo ligadas a la vid.
El diccionario, como la vida, definen lo ácido así: algo agrio, avinagrado, alimonado, áspero, desabrido, mordaz e irónico. En cambio, define a dulce como el sabor agradable, algo suave al paladar, como la miel o el azúcar. ¿Cuál es la razón de la diferencia? Más tiempo a los pies de la Vid. Más tiempo escuchando a Dios por su Palabra. Más tiempo hablando con Dios por la oración. Más tiempo produciendo buenos frutos. Tanto en la vida privada como en la familia, en la iglesia o en la comunidad, el secreto de tener una vida dulce es pasar más tiempo a los pies de Jesús.
Elena de White nos indica el camino para dejar de ser ácidos como el limón y ser dulces como la miel: “Las palabras de Cristo son espíritu y vida. Al recibirlas, recibís la vida de la Vid […]. La vida de Cristo en vosotros produce los mismos frutos que en él. Viviendo en Cristo, adhiriéndoos a Cristo, sostenidos por Cristo, recibiendo alimento de Cristo, lleváis fruto según la semejanza de Cristo” (El Deseado de todas las gentes, p. 631).