Sin miedo a su pedido
“Ve ahora a Sarepta de Sidón, y permanece allí. A una viuda de ese lugar le he ordenado darte de comer” (1 Rey. 17:9, NVI).
¿Alguna vez Dios te pidió que le dieras algo muy preciado? Quizás inmediatamente a nuestra mente viene la historia de Abraham y el sacrificio de Isaac, o alguna otra de las tantas en las que Dios hizo algún pedido específico.
Hoy repasaremos dos historias en que Dios probó a sus hijos al pedirles algo relacionado a sus tesoros, y veremos qué hizo después.
En primer lugar, veamos la historia de la sequía en el pueblo de Israel bajo el reinado pagano de Acab y cómo Elías fue al arroyo de Querit. Dios le dio la orden expresa de ir a Sarepta. Allí vivía una mujer que creía en el Dios verdadero, pero era muy pobre. Ese mismo día iba a quedarse sin alimento y se iba a rendir junto a su hijo. El pedido de Elías sonaba un tanto egoísta quizá. Le pedía agua y pan a alguien que tenía dos bocas para alimentar y solo un puñado de harina y un poco de aceite. Además, le pedía que lo hiciera para él primero y luego para ellos. La fe y la hospitalidad de esta mujer realmente fueron puestas a prueba, pero ella confió en la promesa divina y obedeció. Conocemos la historia. No le faltó harina ni aceite por muchos días y, llegado el momento de la enfermedad y muerte de su hijo, cuando parecía que la llegada de Elías solo traía pruebas y más pruebas, el hombre de Dios oró y el niño resucitó. Dios pidió un poco, pero devolvió mucho más.
En segundo lugar, veamos la historia de Zaqueo. “Tengo que quedarme hoy en tu casa”, le dijo Jesús.
No sé si alguna vez te invitaste a una casa. Los niños suelen hacerlo mucho, aunque algunos grandes también. Sin mucha vuelta, Jesús pidió pasar una velada con Zaqueo. Esto implicaba un gasto, pero además de que Zaqueo podía costearlo, estaba feliz de hacerlo.
Ese día Jesús le pidió hospedaje, pero Zaqueo recibió la salvación y pudo restituir lo que había robado. Jesús pidió un poco, pero devolvió mucho más.
Si crees que Dios te está pidiendo algo hoy, no tengas miedo de entregárselo. Sus pedidos siempre vienen acompañados de bendiciones. Estas no siempre serán materiales, pero sí traerán vida y salvación a nuestras casas. ¿Qué más podemos pedir?