Reacciones ilógicas
“Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba” (Juan 11:6).
Hoy, más que ver cómo podemos administrar nuestro tiempo, veremos la importancia de confiar en los tiempos de Dios.
Así como sucedió en otras ocasiones en que la conducta de Jesús parecía un tanto incomprensible, este versículo nos presenta una reacción un tanto ilógica.
Sabemos que Jesús amaba de forma especial a Marta, María y Lázaro. Pero ante la noticia de la enfermedad de Lázaro, Jesús pareció no inmutarse. Cuando llegó finalmente a Betania, Lázaro hacía cuatro días que estaba en el sepulcro.
Todo parecía perdido.
Marta mostró que creía que Jesús podría haber hecho algo por su hermano en el pasado, al decirle a Jesús que, si hubiese estado ahí, Lázaro no habría muerto. También mostró que creía que Jesús podía hacer algo en el futuro, en la resurrección del día postrero. Pero aparentemente no entendía que Jesús quería y podía hacer algo en el presente.
El pastor David Asscherick hace un análisis más profundo y completo de esta historia en su sermón “What do you expect?”, y me hizo reflexionar en cuántas veces nos comportamos de la misma forma que Marta.
Limitamos a Dios, que está por encima del tiempo –algo tan mundano–, a nuestra pequeña mentalidad. Tenemos en cuenta nuestros plazos, nuestros cálculos probabilísticos y nuestro estricto control del tiempo y los eventos, y olvidamos que sus planes y tiempos superan cualquier eventualidad humana y pensamiento finito.
En esta historia, Jesús pensó en la educación de sus discípulos, que lo representarían al mundo. “Por su bien permitió que Lázaro muriese. Si le hubiese devuelto la salud cuando estaba enfermo, el milagro, que es la evidencia más positiva de su carácter divino, no se habría realizado” (El Deseado de todas las gentes, p. 486).
¿Qué será que tiene que esperar “dos días” en tu vida para que Dios se manifieste?
Confiemos en su reloj, que siempre es el mejor.