Sábado 11 de Septiembre de 2021 | Matutina para Mujeres | Solo es cuestión de complementarse

Sábado 11 de Septiembre de 2021 | Matutina para Mujeres | Solo es cuestión de complementarse

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Solo es cuestión de complementarse

“Revístanse de sentimientos de compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia. Sopórtense unos a otros, y perdónense si alguno tiene una queja contra otro” (Col. 3:12, 13).

Cuando el hombre y la mujer salieron de la mente de Dios, trans­formados en dos seres humanos perfectos, poseían destellos de la naturaleza divina. Ambos eran sus hijos muy amados, lo que los ha­cía iguales ante los ojos del Creador. Este concepto de igualdad debía tam­bién permear la relación entre ellos; es decir, debían tener una convivencia basada en la aceptación mutua por su condición de hijos de Dios. Dicho trato garantizaría la felicidad del hombre y la mujer. Sin embargo, dentro de esa igualdad había aspectos físicos, emocionales, espirituales e intelectuales que ponían al hombre y a la mujer dos sellos diferentes y particulares.

Podríamos decir que el hombre y la mujer son iguales, porque ambos son hijos de Dios creados a su semejanza, pero cada uno tiene una naturaleza pro­pia y distintiva que los hace diferentes entre sí. Comprender esto y aceptarlo hace posible que tanto los varones como las damas actúen sobre su entorno con libertad, originalidad y creatividad. 

No fue capricho de Dios crearnos diferentes y, además, pedirnos que viva­mos en armonía. Lo hizo para proveernos bienestar, felicidad y prosperidad en una relación en la que nos complementamos. Esto quiere decir que, aunque las funciones y las responsabilidades de los varones y las damas sean diferentes, promueven el bien común; bien aprovechadas y en equilibrio, proveen ar­monía e integración. La Biblia ratifica este concepto cuando expresa a través del apóstol Pablo: “Por la fe en Cristo Jesús todos ustedes son hijos de Dios, ya que al unirse a Cristo en el bautismo, han quedado revestidos de Cristo. Ya no importa el ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer; porque uni­dos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo. Y si son de Cristo, entonces son descendientes de Abraham y herederos de las promesas que Dios le hi­zo” (Gál. 3:28, RVR 95).

La complementariedad hace posible la comunión, la convivencia, la con­cordia y el acuerdo en medio de las diferencias de opinión. Cuando Cristo reina en el corazón, es cuando podemos vivir en perfecta paz y armonía con el otro.

Por eso la prioridad, siempre y cada día, debe ser buscar a Cristo a través de la lectura de las Sagradas Escrituras y de la oración. Esas son las he­rramientas que nos darán una visión equilibrada de las relaciones interper­sonales entre hombres y mujeres.

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