Sábado 12 de Noviembre de 2022 | Matutina para Jóvenes | Los silencios de Dios

Sábado 12 de Noviembre de 2022 | Matutina para Jóvenes | Los silencios de Dios

Los silencios de Dios

«Entre la gente había una mujer que desde hacía doce años estaba enferma, con derrames de sangre, y que había gastado en médicos todo lo que tenía, sin que ninguno la hubiera podido sanar». Lucas 8: 43

Aquella mañana, mientras preparaba el almuerzo, sintió que algo bajaba por sus piernas. Era sangre. Se lavó y se colocó toallas protectoras. Al mediodía no solo tuvo que quitar las toallas, sino también cambió su ropa interior. Sintió un pequeño malestar en el vientre, pero pensó que se le pasaría. Por la tarde estaba sangrando, el dolor era fuerte y, por eso, apartó una cita con el médico para el día siguiente. Como esa noche el dolor se volvió insoportable, fue al hospital. Cuando llegó al consultorio, aunque el dolor había pasado, el sangrado continuaba. El médico la examinó y le dijo que se trataba de un descontrol hormonal. Le entregó una fórmula y le aseguró que, en tres días, después de un buen reposo, todo acabaría. Pasaron doce años, y el sangrado nunca se detuvo.

¿No sería maravilloso que, después de orar, las soluciones fuesen instantáneas, sin dramas y con finales felices? Una oración respondida en un dos por tres. Doblar las rodillas, un «amén» y, en un instante, todo queda solucionado; adiós enfermedad, adiós tristeza, adiós dolor. Sería estupendo para nosotros y también lo hubiese sido para aquella dama. Pero no fue así. No estaba bien al otro día. Todos hemos estado sentados en la silla del silencio. Elevas una oración, pero la respuesta parece no encontrar el camino a tu vida.

Así pasó con ella.

Aquella mujer gastó todo lo que tenía y sufrió mucho a manos de los médicos. Y, así como ella, muchos de nosotros probamos todas las alternativas antes de presentarle nuestro caso a Jesús. Pero un día escuchó hablar del Maestro, tocó el borde de su manto y, en un abrir y cerrar de ojos, su cuerpo tembló, su vientre se contrajo y el sangrado desapareció. Después de doce años de aparente silencio divino, la sanidad la encontró y ella pudo testificar de Aquel que la sanó.

El mismo @Jesús te dice hoy: «He visto tu fe, he visto tu dolor, he guardado tu clamor, tus peticiones me han conmovido. Vete en paz y queda libre de tu aflicción».

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