La pasión positiva y las pasiones negativas
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas” (Luc. 10:27, RVR95).
Buscando el significado del término “pasión”, el diccionario me arrojó los siguientes sinónimos: ardor, vehemencia, anhelo, deseo intenso, excitación extrema y arrolladora. Cualidades bastantes femeninas, ¿no crees? La mayoría de las mujeres que conozco (y, por supuesto, me incluyo) cuando decide hacer algo, lo hace con pasión. Tomamos en cuenta aun los más mínimos detalles, y no descansamos hasta ver ese algo transformado en realidad. Sin embargo, aunque la pasión por algo es una muestra del deseo de vivir intensamente, también puede llegar a ser una fuerza que nos avasalle y arruine la vida. En esta reflexión, hablaremos de los dos tipos de pasiones.
Las pasiones nocivas son aquellas que nos desbordan y nos llevan más allá de lo razonable, aceptable y correcto, pasando incluso sobre los valores y principios éticos y morales: la sexualidad se convierte en lujuria, el deseo de tener bienes materiales toma la forma de ambición, el deseo de sobresalir se transforma en soberbia, la diligencia se convierte en perfeccionismo… De este tipo de pasiones, la Biblia nos dice, por ejemplo: “Alejen de ustedes la amargura, las pasiones, los enojos, los gritos, los insultos y toda clase de maldad” (Efe. 4:31); “y los que son de Cristo Jesús, ya han crucificado la naturaleza del hombre pecador junto con sus pasiones y malos deseos” (Gál. 5:24); “que cada uno sepa dominar su propio cuerpo en forma santa y respetuosa, no con pasión y malos deseos como las gentes que no conocen a Dios” (1 Tes. 4:4, 5).
El origen de las pasiones honorables y santas se encuentra en nuestra dependencia de Dios; de hecho, la misma vida cristiana ha de ser vivida con pasión, vehemencia, ardor, anhelo… Las pasiones positivas son las que se coronan con excelencia, pues hacen uso correcto de las habilidades, los dones, los talentos y la energía creativa que provienen del Creador.
Dios espera que seamos mujeres cristianas apasionadas en todo lo que hacemos y en el lugar donde nos toque estar. Dios no acepta la mediocridad, sobre todo en los asuntos donde se pone en juego la salvación de los demás.
Desarrollemos la pasión por hacer el bien.