¿Eres gigante o langosta?
“Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: ‘Subamos luego, y tomemos posesión de ella, porque más podremos nosotros que ellos’ ” (Núm. 13:30).
Dios le había indicado a Moisés que enviara a algunos jóvenes a explorar la tierra prometida. Puedo imaginar a los doce escogidos caminando decididos al mismo objetivo, con determinación y entusiasmo. Sabían que Dios tenía un plan y había sido muy preciso al darles las indicaciones. La misión era averiguar si el territorio era bueno o malo, si la tierra era fértil o no, y si sus habitantes eran fuertes o débiles; finalmente, les encargó que tomaran algunos frutos y los trajeran como testimonio de lo que habían visto. La historia bíblica afirma que en el grupo hubo dos clases de observadores: 1) los que vieron las tremendas oportunidades que les ofrecía la conquista de Canaán; y 2) los que solo pudieron ver seres infranqueables que impedirían la entrada de Israel a la tierra prometida. Estos últimos, al regresar, informaron a Moisés lo siguiente: “También vimos allí gigantes […]. Nosotros éramos, a nuestro parecer, como langostas” (Núm. 13:33, RVR 95).
¿Has oído hablar del vaso medio lleno o el vaso medio vacío? ¿Qué marcó la diferencia entre los personajes de la historia, si todos vieron lo mismo? El texto bíblico lo dice: “Nuestro parecer”. Es obvio que la percepción y la interpretación de lo que observaron en relación a ellos mismos y al enemigo fueron distintas. Algunos se vieron a sí mismos disminuidos, apocados, débiles e incapaces de conquistar a aquellos “gigantes”. Los otros, por supuesto, vieron los tremendos desafíos, pero confiaban en que Dios los capacitaría para la conquista; al fin y al cabo, él era el responsable de todos aquellos planes y propósitos.
Estimada hermana, con Cristo eres más que victoriosa, a pesar de lo enormes que te parezcan los obstáculos. Si te miras en el espejo de tu autoestima, este puede mostrarte dos imágenes: 1) una mujer insignificante y apocada que se niega a intentar algo por miedo al fracaso y la vergüenza que implica, con el argumento de que las condiciones de vida no le favorecen y con una sensación de derrota desde antes de la lucha; 2) una mujer que no se amilana frente a los desafíos, pues confía en que Dios le dará fortaleza para hacer frente a las circunstancias adversas.
Recuerda: fuiste hecha para la conquista, para el éxito, para lo que no perece; atrévete a desafiarte en el nombre del Señor y serás una conquistadora para su honra y su gloria.