El reloj de Harrison
“Me fijé que en esta vida la carrera no la ganan los más veloces, ni ganan la batalla los más valientes; que tampoco los sabios tienen qué comer, ni los inteligentes abundan en dinero, ni los instruidos gozan de simpatía, sino que a todos les llegan buenos y malos tiempos” (Ecl. 9:11, NVI).
John Harrison, nacido en el s. XVIII, fue un relojero inglés que diseñó el primer cronómetro marino. Con él se podía medir la longitud y la posición de los barcos en el mar. Gracias a esta invención, se sentaron las bases de la navegación moderna. El gobierno ofrecía una cuantiosísima suma de dinero y un premio al que resolviera el problema de ese momento. A Harrison le llevó toda la vida dar con la solución final, pero a su vez contó con toda una vida de preparación y dedicación a otras áreas, y eso lo habilitó para perfeccionar su invento.
Su primer oficio fue el de carpintero y, con su detallado trabajo, hizo su primer reloj de péndulo antes de cumplir veinte años. Con su hermano pasaban noches enteras mejorando la precisión de sus máquinas, teniendo en cuenta el paso de las estrellas. Pasaba horas y horas en su taller para hacer que los segundos realmente pasasen como segundos.
Quizás en una sola frase solemos encerrar el nombre de una persona y su invento o mayor logro, pero el tiempo de dedicación –factor común y determinante–, la perseverancia y el esfuerzo pocas veces se mencionan.
“Los jóvenes deben recordar que son responsables de todos los privilegios de que han disfrutado, del aprovechamiento de su tiempo y del debido uso de sus capacidades” (Consejos para los maestros, p. 308).
Este sábado dedica un tiempo especial a hablar con Dios, a evaluar qué capacidades tienes y si estás separando un tiempo especial para darles mejor uso. Será la suma de pequeñas buenas acciones, con el paso del tiempo, la que te dará un buen nombre y una mejor influencia de bendición.