¿No te has dado cuenta?
“Al despertar Jacob de su sueño, pensó: ‘En realidad, el Señor está en este lugar, y yo no me había dado cuenta’ ” (Génesis 28:16, NVI).
A Jacob, el patriarca bíblico, le sucedió lo mismo que tantas veces nos sucede a ti y a mí: creemos estar solos, sin Dios, cuando en realidad estamos solos, pero con Dios.
¿Cuándo nos sentimos solos, sin Dios? Especialmente después de haber pecado. La gran noticia es que nuestro Padre celestial no nos abandona cuando más lo necesitamos. La experiencia de Jacob, después de engañar a su padre Isaac para apropiarse de la primogenitura, enseña precisamente esa preciosa verdad.
Conocemos los detalles de la historia. Después de engañar a su padre y a su hermano, Jacob debió huir a Harán para salvar su vida. Según el libro Patriarcas y profetas, durante su viaje Jacob se sentía tan atribulado por su vergonzosa conducta, que incluso “temía que el Dios de sus padres lo hubiese desechado” (p. 182).
Una noche, mientras dormía, Jacob soñó con una escalera que con un extremo tocaba la tierra y con el otro el cielo. Además, escuchó la voz de Dios que le dijo: “Yo soy el Señor, el Dios de tu abuelo Abraham y de tu padre Isaac. A ti y a tu descendencia les daré la tierra sobre la que estás acostado. […]. Yo estoy contigo. Te protegeré por dondequiera que vayas” (Gén. 28:13, 15, NVI).
Grande tuvo que haber sido la sorpresa de Jacob. Por haber pecado, él creía que el cielo estaba muy lejos de él, pero en el sueño Dios le reveló que estaba muy cerca. Tan cerca, que Jacob dijo: “El Señor está en este lugar, y yo no me había dado cuenta” (vers. 16, NVI).
¿Había estado Jacob solo mientras huía? Es decir, ¿solo sin Dios? Nunca estuvo solo. A pesar de su pecado, Dios no lo había abandonado. ¿Por qué no nos abandona Dios, ni siquiera cuando hemos pecado? Porque “el Salvador […] nunca abandonará a un alma por la cual murió. A menos que sus seguidores escojan abandonarlo, él los sostendrá siempre” (El Deseado de todas las gentes, p. 446).
Cuando por haber pecado te sientas inclinado a creer que Dios te ha abandonado, recuerda que “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Tim. 1:15). Es decir, a salvar a gente como tú y como yo.
Lo que esto significa, en pocas palabras, es que Dios no te ha abandonado, y nunca lo hará. Ahora mismo está muy cerca de ti. ¿No te has dado cuenta?
Gracias, Jesús, porque a pesar de mis caídas no me has abandonado, y nunca lo harás. ¡Cuán alentador es saber que nunca abandonas un alma por la cual moriste en la Cruz!