Tu voluntad, no la mía
“Él se adelantó un poco más y se inclinó rostro en tierra mientras oraba: ‘¡Padre mío! Si es posible, que pase de mí esta copa de sufrimiento. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía’ ” (Mat. 26:39, NTV).
“Cuanto más pagamos por un consejo, más probable es que lo escuchemos”, escribió la misionera estadounidense Elisabeth Elliot en God’s Guidance [La guía de Dios]. “Los consejos de un amigo, que son gratis, podemos tomarlos o dejarlos. Al asesoramiento de un consultor, al que le hemos pagado mucho, es probable que lo aceptemos; pero continúa siendo nuestra elección: podemos tomarlo o dejarlo. La guía de Dios es diferente. En primer lugar, no nos acercamos a Dios para pedir consejo, sino para conocer su voluntad (y esto no es opcional). Y la tarifa de Dios es la más alta: nos cuesta todo. Pedir la guía de Dios requiere que nos rindamos. Ya no decimos: ‘Si confío en ti, me darás esto y aquello’. En cambio, debemos decir: ‘Confío en ti. Dame o quítame lo que tu elijas’ ”.
Dios es digno de nuestra obediencia y nuestra confianza más allá de lo que nos dé, o de lo que decida no darnos. Ya sea que tengamos un marido, hijos y salud, o soltería, infertilidad y enfermedad, Dios sigue sentado en su Trono. Confiar en Dios incondicionalmente es el precio que debemos “pagar” para vivir en su voluntad. La confianza incondicional es lo que nos hace falta para no salir corriendo cuando los planes no salen como esperábamos. Elisabeth Elliot aprendió esto a través su propia experiencia. Jim, su marido, fue asesinado durante su labor misionera en Ecuador, cuando su hija tenía apenas diez meses. La fe de Elisabeth y su confianza absoluta en el plan de Dios la llevó de regreso a Ecuador, años después, para completar la tarea que su marido había comenzado.
Fue la confianza absoluta de Jesús en la voluntad del Padre lo que posibilitó nuestra salvación. Al decir: “Tu voluntad, no la mía” Jesús aceptó la Cruz, y con los maderos construyó un puente entre el cielo y la Tierra. ¡Quiero tener una fe así!
Quiero poner mi vida al servicio de Dios y confiar en él plenamente, me dé lo que me dé y me pida lo que me pida.
Señor, revélame tu amor y tu carácter tan profundamente que confiar en ti sea la única opción lógica. Quiero someterme a tu voluntad por completo porque sé quién eres, más allá de las circunstancias. ¡Te agradezco porque tu Espíritu me ayuda en mis debilidades! Amén.
Amen, Amen y amen