Antideslizante
“No sea que nos deslicemos” (Hebreos 2:1).
Pablo ha destacado que estamos en los últimos días de la historia, y por eso debemos prestar mayor atención. Es necesario, no es optativo, y es indispensable tener más diligencia y estar más enfocados, concentrados y afirmados en Cristo y su Palabra. Entonces, y firmemente anclados allí para no tener una vida a la deriva, no nos deslizaremos ni seremos arrastrados, como quien resbala por un tobogán. Sin que nada lo sujete o detenga, solo queda esperar el impacto final que lastima, destruye y mata.
En cierta oportunidad, Junior estaba escalando una montaña llamada Pico da Canastra, ubicada a ochocientos metros de altura en las montañas del sur de Brasil. Era un hermoso día de verano cuando, de pronto, sucedió algo inesperado. Solo faltaban cinco metros para llegar a la cima cuando sobrevino una fuerte tormenta.
El último punto de seguridad que sostuvo la cuerda en la roca se encontraba cuatro metros debajo de donde él estaba. Rápidamente, trató de subir para llegar a la cima antes que la lluvia. Pero no llegó. A solo dos metros de los pasadores de seguridad finales, la tormenta lo alcanzó.
La piedra de basalto húmeda es extremadamente resbaladiza, deslizante. Cualquier movimiento para descender podría generar una caída libre de más de catorce metros. El miedo se hizo cargo. Las piernas comenzaron a temblar. La lluvia y el viento lo atraparon con fuerza. ¿Qué podía hacer? Solo había una opción segura e inteligente: permanecer inmóvil en la roca, bien aferrado. Así lo hizo durante casi una hora. La lluvia de verano pasó y, con el calor, una hora después, la roca estaba lista para ser escalada nuevamente. El grito de victoria en la cumbre, en ese día, fue muy diferente.
En la escalada de la vida espiritual, la única seguridad antideslizante es permanecer firme en la Roca, que es Cristo. Cualquier intento de movimiento humano será de riesgo fatal. Por eso, Elena de White nos pregunta: “¿Están nuestros pies sobre la Roca de los siglos? ¿Estamos escondiéndonos en nuestro único Refugio? La tormenta viene, inexorable en su furia. ¿Estamos preparados para hacerle frente?” (El evangelismo, p. 149).
Las preguntas son de Dios; las respuestas son nuestras.