Primero la Cruz, luego la corona
“Nosotros teníamos la esperanza de que él habría de redimir a Israel. Sin embargo, ya van tres días de que todo esto pasó” (Lucas 24:21, RVC).
“Teníamos la esperanza de que él habría de redimir a Israel”. Eso dijeron los dos discípulos que regresaban a Emaús después de haber presenciado la crucifixión de Jesús en Jerusalén. ¿Dónde estaban estos discípulos cuando Jesús predijo “que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho a manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día”? (Mat. 16:21). ¿Cómo podían haber olvidado sus palabras?
Al igual que los demás discípulos, ellos esperaban que Jesús redimiera a Israel, pero ahora su fe estaba siendo severamente probada. Tristes, “sin esperanza ni fe, caminaban en la sombra de la cruz” (El Deseado de todas las gentes, p. 738). ¿Por qué seguían “en la sombra de la cruz”, siendo que ya había llegado la mañana de la resurrección? Ya habían escuchado del sepulcro vacío (Luc. 24:22-24) y que ángeles celestiales habían anunciado su resurrección (vers. 23). ¡Y todavía no creían!
“Entonces él les dijo: ‘¡Insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas y que entrara en su gloria?’ Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (vers. 25-27).
¿Nos damos cuenta de lo que hizo el Señor para devolver a los dos discípulos el gozo que habían perdido? ¡Apeló al testimonio de las Escrituras! En lugar de decirles: “Aquí estoy; he resucitado”, les dice: “Todo se ha cumplido, tal como lo anunciaron los profetas”. Más tarde se les revelaría, pero en ese momento “era necesario que comprendiesen el testimonio que le daban los tipos y las profecías del Antiguo Testamento. Su fe debía establecerse sobre éstos” (ibíd., p. 739). En otras palabras, lo que ellos habían considerado como el fin de sus esperanzas, era en realidad la razón más poderosa para creer, porque las profecías indicaban que primero el Mesías debía padecer antes de ser glorificado.
¡Qué lección tan preciosa! Cuando sintamos que el mundo colapsa a nuestro alrededor y que nuestra fe en Dios se derrumba bajo el peso de las pruebas, recordemos que Jesús camina a nuestro lado. Por sobre todo, recordemos “lo que anunciaron los profetas”: que después del sufrimiento viene la gloria; después de la cruz, la corona.
Gracias, Padre, porque tenemos “la palabra profética más segura”. Que su luz nos ilumine hoy y siempre, hasta que “el lucero de la mañana salga en nuestros corazones” (1 Ped. 1:19).
Es interesante que aun recibiendo bendición a cada momento no reconozca al Señor Jesús como mi Salvador y Redentor. Inaceptable. Gracias