¿Qué dirá la gente?
“Temer a la gente es una trampa peligrosa, pero confiar en el Señor significa seguridad” (Prov. 29:25, NTV).
“Siento que Dios quiere que deje de esconderme”, me dijo mi amiga un día, mientras caminábamos por el parque. Conversábamos acerca de lo difícil que es ser auténticas, decir con amor y respeto lo que realmente pensamos y poner límites. Nos cuesta porque, aunque no lo queramos admitir, buscamos la aprobación de los demás. Esto es lo que la Biblia llama “temer a la gente”, y puede transformarse en una adicción.
Es normal desear llevarse bien con la familia, los amigos y los colegas. De vez en cuando, por el bienestar de los demás, todos hacemos cosas que no deseamos hacer. Sin embargo, cuando sacrificamos nuestra integridad física, mental o emocional, estamos adorando en el altar del qué dirán. Cuando trabajamos muchas más horas de las que nos pagan, para demostrar nuestra capacidad profesional; cuando no compartimos consejos oportunos, por no ofender a un amigo; cuando no ponemos límites y permitimos que nos falten el respeto continuamente, por no discutir; cuando hacemos todo esto, somos esclavas de las opiniones de los demás, adictas a la aprobación. Estos son actos de cobardía emocional.
Jesús nos mostró cómo vivir con coraje, haciendo y diciendo lo correcto aunque esto no les guste a los demás. Cierto día, Jesús enseñó acerca de la hipocresía. “Entonces los discípulos se acercaron y le preguntaron: ¿Te das cuenta de que has ofendido a los fariseos con lo que acabas de decir?” (Mat. 15:12, NTV). ¡Tan sorprendidos estaban los discípulos con la franqueza y la integridad de Cristo, que creyeron que no había notado que había ofendido a los fariseos! Seguir a Cristo implica tener la valentía (no la intención) de ofender. A medida que aprendemos a depender de la aprobación de Dios, y no la de los hombres, recibimos libertad. Después de todo, la persona cuya aprobación deseamos más (o cuya desaprobación tememos más) tiene un tremendo poder en nuestra vida, un poder que solo le corresponde a Dios.
Señor, confieso que me preocupa demasiado lo que otros piensen de mí. Líbrame del miedo al qué dirán y lléname de tu santo coraje. Quiero vivir para agradarte a ti, para la gloria de tu nombre. Amén.
Feliz sábado. hermoso mensaje y gracias por compartir ya que es de gran ayuda emocional y espíritual.