Se inaugura la Corte Suprema de los Estados Unidos
“Mientras yo observaba esto, se colocaron unos tronos, y tomó asiento un venerable Anciano… Al iniciarse el juicio, los libros fueron abiertos” (Daniel 7:9, 10, NVI).
¿Alguien de tu familia ha ido alguna vez a un tribunal, tal vez para formar parte de un jurado, o incluso para testificar? Tal vez hayan ido a resolver un pequeño reclamo. Mucha gente va a la corte para hacer eso. Los tribunales de los Estados Unidos funcionan a nivel local, estatal y federal. La Corte Suprema de los Estados Unidos es el tribunal superior del país, vela por el cumplimiento de la Constitución Nacional y decide cuáles leyes son correctas. Junto con los tribunales de algunos otros países, es un ejemplo de cómo debe funcionar un sistema judicial. El 24 de septiembre de 1789, se constituyó la primera la Corte Suprema de los Estados Unidos. El presidente George Washington eligió a seis jueces para que formaran parte de la Corte Suprema y, más tarde, en 1869, ese número se incrementó a nueve miembros.
Ahora bien, tener que presentarse ante un juez da un poco de miedo. Si vas al juzgado para resolver, por ejemplo, una discusión con tu vecino, es probable que un juez vea tu caso. Y si cometes un delito y tienes que ir a juicio, sin duda un juez dictará sentencia contra ti.
En el libro de Daniel, Dios es representado como un juez. En su visión, Daniel lo ve como el Anciano de Días que se sienta en su trono de juicio. Daniel dice que en esa sala había miles de seres creados, observando cómo se abrían los libros de las buenas y las malas acciones. Cuando lo piensas, todo esto suena bastante aterrador. Aquí hay un tribunal que tiene un registro exacto de todo lo que hemos hecho. ¿Cómo lo hace? ¿Chips electrónicos con lecturas digitales? ¿Cristales al estilo Superman? En realidad, si alguien tiene una buena memoria, ¡ese sería Dios!
Pero no tenemos que preocuparnos ni tenerle miedo al juicio. Moisés nos dice que servimos a un Dios misericordioso, y lleno de bondad y verdad. También tenemos la Biblia como guía para decirnos qué está bien y qué está mal, y el Espíritu Santo para ayudarnos a obedecer.
Lo mejor de todo es que Dios nos ama tanto que, con solo pedírselo, nos perdona cuando pecamos y desobedecemos las reglas. Agradezcamos hoy a Jesús porque es nuestro Redentor, Juez y Rey que viene. No podemos pedir nada mejor que eso.