Dios de lo imposible
“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta” (Filipenses 4:19).
El Pr. Sergei Petrovich se encontraba en su casa, cuando su esposa llegó trayendo información confidencial: las autoridades de la iglesia se reunirían secretamente en cierto lugar de Cahul, Moldavia, para elegir al próximo presidente de la Asociación. ¿Por qué tanto secreto? Porque en ese tiempo el Comité para la Seguridad del Estado (la KGB, por sus siglas en ruso), se aseguraba de que nadie celebrara reuniones nocturnas.
El pastor Petrovich se las arregló para llegar al lugar secreto de reunión. Luego regresó a su casa, sin imaginar que sus movimientos estaban siendo observados. Esa noche, mientras dormía, Petrovich oyó golpes en la puerta. Eran oficiales de la KGB. Lo llevaron al centro de operaciones de la KGB donde, durante horas, lo interrogaron. Insistieron en que el pastor les dijera los nombres de quienes estuvieron en la reunión. Como no habló, lo azotaron con una manguera de goma. Luego decidieron enviarlo a Briceni, la prisión de máxima seguridad. Ahí el oficial encargado se burló de Dios, y lo envió a una celda de aislamiento, sin alimento.
–¡Predicador, espero que te guste tu hospedaje! –le gritó el oficial–. Ahí tendrás mucho tiempo para estar con tu Dios. ¡Veremos si él te puede alimentar!
Cuando el pastor estuvo solo en su celda, repitió las palabras de nuestro versículo de hoy: “Mi Dios suplirá todo lo que os falte…” Temprano a la mañana siguiente, el pastor escuchó un sonido que provenía de la ventana. Como pudo, se asomó, y para su sorpresa, ¡encontró un pan! ¡Dios había hecho un milagro! Durante los días siguientes, escucharía el mismo sonido en la ventana y luego encontraría un pan ruso. Al fin, el oficial apareció. En tono de burla, le preguntó a Petrovich si su Dios lo había alimentado. Cuando el pastor le mostró los panes, la ira del hombre se incendió. Asiéndolo por el pecho, le preguntó quién le había traído pan. Justo en ese momento, se escuchó el mismo sonido. Cuando el oficial levantó su vista, ahí estaba un gato negro sosteniendo un pan en la boca.
–¡Bendito sea Dios! –exclamó el pastor Petrovich.
–¡No puedo creerlo! –dijo el asombrado oficial–. ¡Yo mismo te he estado alimentando! ¡Ese es el gato de mi hija! ¡Y este es el pan que hace mi esposa!
Luego añadió:
–Nunca he visto algo así. ¡Tu Dios existe y desde hoy será también mi Dios! (Bradley Booth, El buey adventista).
Dios de lo imposible, hoy te alabo porque eres fiel a tus promesas, y por lo mucho que amas a cada uno de tus hijos.
Muy bien explicacion