¡Atrévase a soñar!
“Ensancha el espacio de tu carpa, y despliega las cortinas de tu morada. ¡No te limites! Alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas. Porque a derecha y a izquierda te extenderás; tu descendencia desalojará naciones y poblará ciudades desoladas” (Isa. 54:2, 3, NVI).
Hace más de treinta años, el presentador uruguayo Berugo Carámbula conducía el programa televisivo de juegos “Atrévase a soñar”. Al final de cada emisión, la participante ganadora recibía un cambio de imagen. La ganadora iba detrás de bambalinas, y cuando Berugo decía: “Los sueños, sueños son, ¡pero aquí se hacen realidad!”, ella emergía totalmente transformada. Esta era mi parte favorita del programa: ver a la ganadora emerger por la pasarela cual bella mariposa salida de la crisálida.
Hacía años que no recordaba este programa. Sin embargo, un día hablaba con dos amigas. Mientras tomábamos el té y comíamos torta, la idea volvió a mi mente: ¡Atrévase a soñar! Mis amigas y yo discutíamos acerca del futuro y del riesgo de elegir lo más práctico en lugar de lo mejor, porque estamos demasiado ocupadas, o dolidas, como para volver a soñar.
Soñar es un acto de valentía emocional. Por eso, a menudo racionalizamos nuestros miedos y nos convencemos de que estamos siendo humildes al conformarnos con poco. Sin embargo, enterrar nuestros sueños es un acto de cobardía, no de humildad. El escritor estadounidense John Eldredge, en su libro The Journey of Desire [El viaje del deseo], lo describe con estas palabras: “Vivir con deseo es elegir vulnerabilidad en lugar de autoprotección. Admitir lo que queremos y buscar ayuda es todavía más vulnerable. Es un acto de confianza. En otras palabras, aquellos que conocen su deseo y se niegan a dejarlo morir o a actuar como si no necesitaran ayuda, son los que viven por fe. Los que no piden, no confían en Dios lo suficiente como para desear algo”.
La seguridad y el confort nos arrullan con sus cantos de sirena. Pero hay un verdadero riesgo en no soñar, en no aventurarnos, en no comenzar algo nuevo. Dios nos hizo a su imagen: soñadoras, intrépidas, con sed de aventura. ¡No agüemos esa imagen! No te pierdas la oportunidad de vivir una vida abundante y creativa; una aventura de fe para la gloria del Padre.
Señor, dame la fe y el coraje emocional para volver a soñar. No quiero adormecer mi corazón por miedo al rechazo o al fracaso. Quiero ser una mujer de fe. Muéstrame tus planes para mi vida, ayúdame a tener sueños más grandes que nunca. Amén.
Amén