Desmalezando tu mente
“Y ahora, amados hermanos, una cosa más para terminar. Concéntrense en todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo bello y todo lo admirable. Piensen en cosas excelentes y dignas de alabanza” (Fil. 4:8, NTV).
Mi vecino Douglas un día me dio una bandeja rebosante de frambuesas y grosellas de su huerta. Las lavé y comencé a devorarlas inmediatamente, mientras aún estaban en el colador. Amo las frutas finas; son deliciosas (y también muy saludables, porque contienen antioxidantes naturales y vitamina C). Y aunque a mí no me costó nada recibir este fantástico regalo, Douglas pasó horas en su huerta arrancando malezas, regando y fertilizando la tierra. Douglas pone muchísima atención y empeño para que su huerta produzca fruto. Él no se levantó una mañana y encontró su huerta rebosante de frutos, sin hacer esfuerzo alguno. Lo mismo sucede con nuestras mentes. Si no prestamos suficiente atención, no cosecharemos el fruto que deseamos. Si no desmalezamos el jardín, los yuyos desperdiciarán los recursos naturales (el agua, la luz y los nutrientes del suelo), hasta que ya no quede nada para las buenas plantas. Lo mismo sucede con nuestros pensamientos. El miedo, la ansiedad y la crítica pueden malgastar nuestros recursos emocionales e impedir que crezcamos espiritualmente. Lamentablemente, estos son pensamientos que nos surgen naturalmente. En Mente, carácter y personalidad, tomo 2, Elena de White escribe: “Delante de cada uno de nosotros hay una obra ferviente que hacer. Los pensamientos correctos, los propósitos puros y santos no nos surgen naturalmente. Tenemos que luchar por ellos” (p. 682, énfasis agregado). Los buenos pensamientos no surgen por osmosis; deben ser cultivados con la misma dedicación que Douglas pone en su huerta. Una de mis amigas, Anne, tiene una forma muy sencilla y práctica de desmalezar su mente. Ella me dijo que cada vez que nota que se está preocupando por algo o por alguien, elige transformar esa preocupación en una oración. Ella usa oraciones prácticas y directas: “Señor, aquí estoy preocupándome nuevamente por… Sé que tú tienes el poder para librarme. Amén”. La idea es transformar el monólogo mental de preocupación y ansiedad en un diálogo con Dios. Confieso que hay días en los que digo este tipo de oraciones más de ochenta veces (y no creo que esto le moleste a Dios). Prefiero dedicarme a desmalezar antes que permitir que los yuyos copen en el jardín de mi mente.
Señor, quiero cultivar el jardín de mi mente y desmalezar toda ansiedad y preocupación. ¡Gracias por tu ayuda en esta tarea! Amén.
Amen