Una espía revolucionaria
“Por la fe esas personas conquistaron reinos, gobernaron con justicia y recibieron lo que Dios les había prometido” (Hebreos 11:33, NTV).
Hoy en día vemos todo tipo de películas en las que las mujeres hacen trabajos encubiertos para el gobierno. Conducen, disparan y se lanzan en paracaídas en territorio enemigo tan bien como cualquiera de los agentes masculinos. Trabajan para la CIA, el FBI y la NSA. Las películas de James Bond las incluyen. Las películas de la serie Misión Imposible las incluyen. Sin embargo, hay ejemplos reales en la historia de los Estados Unidos de mujeres que han servido a su país y han salido como verdaderas heroínas. Lydia Darragh, una enfermera de Filadelfia, es uno de esos ejemplos. Y esta es su historia.
El cuartel del general británico William Howe estaba situado enfrente de la casa de Lydia Darragh. Cuando su sala de reuniones resultó ser demasiado pequeña para celebrar reuniones, sin siquiera preguntar se trasladó directamente a una gran habitación del piso superior de la casa de los Darragh. Los oficiales militares británicos no pedían permiso en aquella época. Imponían su derecho de decir a los colonos lo que podían y no podían hacer.
Durante las semanas siguientes, Lydia adquirió la costumbre de tomar notas de las reuniones británicas desde una habitación contigua siempre que podía. Luego, escondía las notas cosiéndolas en su abrigo y se las pasaba a las tropas estadounidenses estacionadas fuera de la ciudad.
Esa vigilancia dio sus frutos. En la noche del 2 de diciembre de 1777, se enteró específicamente de la aterradora noticia de que los comandantes británicos estaban planeando un ataque sorpresa contra el ejército de Washington en Whitemarsh, Pensilvania, los días 4 y 5 de diciembre. Como de costumbre, cosió el mensaje dentro de su ropa y esperó el amanecer. Diciendo que necesitaba comprar harina en un molino cercano, justo fuera de la línea británica, se abrió paso entre los centinelas y envió la información a Washington y su ejército.
Si viviera hoy, la CIA podría nombrarla miembro honorario. Todavía hablan de sus actos de heroísmo y la consideran una de las primeras espías de la historia de los Estados Unidos. Sin duda fue una mujer valiente, dispuesta a arriesgar su vida por su país.
Su fe en la causa de la libertad debió ayudarla a ser fuerte por su país y por su Dios. Del mismo modo, nuestra fe en Dios nos ayuda a mantenernos firmes y superar las pruebas que nos toca enfrentar.
AMÉN y amén