Muere Hudson Taylor
“El más importante entre ustedes será siervode los demás” (Mateo 23:11, NVI).
China es una de las naciones más fascinantes del mundo. Más de mil millones de personas viven en el país, y su población sigue creciendo. La China moderna surgió de una antigua civilización cuya cultura se remonta a miles de años atrás. Los chinos fueron los primeros en utilizar muchas cosas que hoy damos por sentadas, como las cerillas, la pólvora, los fuegos artificiales, la seda, el papel, las carretillas, el sistema decimal, el dominó, los relojes de sol, la porcelana, el torno de cerámica, el papel moneda, la brújula, los sismógrafos, las cuerdas para saltar, las cometas (barriletes), el té, los paraguas plegables, la tinta, la imprenta, el ábaco, el papel pintado, la ballesta, el helado… Los antiguos chinos eran muy ingeniosos. Les debemos mucho.
Hace unos 150 años, el británico Hudson Taylor, un creyente protestante, quedó fascinado con China y decidió ir para allá como misionero. En 1865, fundó la China Inland Mission y pasó los siguientes 51 años allí haciendo lo que más le gustaba: testificar de Jesús. Hudson se dio cuenta de que, para ser eficaz como misionero, tendría que comer, vestirse y viajar como los chinos, algo que era raro que hicieran los misioneros en aquella época.
Cuando murió, el 3 de junio de 1905, dejó un gran legado para las misiones cristianas. Durante su vida, Dios lo ayudó a fundar 300 estaciones misioneras y 125 escuelas. Llevó 850 misioneros a China, estableció una red de 125.000 trabajadores cristianos chinos en la organización de la misión, y fue responsable directo de la conversión de 18.000 cristianos chinos. Además, la lucha activa de su misión contra el tráfico de opio lo hizo ser especialmente bien recibido por el gobierno chino.
Se ha dicho que, después del apóstol Pablo, ningún otro misionero, en los 19 siglos transcurridos desde aquella época, tuvo una visión más amplia y llevó a cabo un plan de evangelización más eficaz en una zona tan extensa que Hudson Taylor.
Al igual que Pablo, Hudson fue muy feliz siendo un misionero para Dios. Y no era de los que se quejan. Estaba dispuesto a trabajar incansablemente para ayudar a difundir el evangelio, y lo hizo como pocos misioneros lo han hecho desde entonces. Fue un gran hombre, y lo que lo hizo verdaderamente grande fue su voluntad de convertirse primero en un siervo. Gracias a su humildad, Hudson Taylor se ganó el corazón de la gente.