El sabueso del cielo
«Pero Dios el Señor llamó al hombre y le preguntó: “¿Dónde estás?”». Génesis 3: 9
Aquella tarde, la humanidad entera trató de esconderse de la presencia de un Dios amante que buscaba incesantemente a sus criaturas perdidas. Desde entonces la historia se sigue repitiendo. Recorremos mil laberintos e inventamos mil excusas para mantener alejado a ese Ser divino: alcohol, drogas, odio, guerra, crímenes, mentiras, sexo libertino… Pero ese mismo día, el Cielo activó la búsqueda incansable del pecador. Francis Thompson expresa esta dinámica en su poema «El sabueso del cielo». Aquí te comparto un fragmento:
Hui de él, a través de las noches y los días;
hui de él, a través de los arcos de los años;
hui de él, a través de caminos laberínticos
de mi propia mente, y en la niebla de lágrimas
me escondí de él, bajo la risa y corriendo.
Desde arriba bajo la perspectiva de la esperanza, aceleré;
y disparé, precipitado,
abajo una oscuridad titánica en un abismo de temores,
de aquellos pies fuertes que me seguían, detrás.
Pero con una persecución sin prisa,
e imperturbable ritmo,
a velocidad deliberada, con perentoriedad majestuosa
golpearon y vencieron una voz
más inmediata que los pies:
«Todas las cosas traicionan a quien me traiciona».
La historia del Edén es la historia de la humanidad. Dios corriendo detrás del ser humano que huye de su presencia. Pero hoy, querido joven, quiero que sepas que Cristo te ama, que ya ha hecho lo imposible por ti y si tiene que mover cielo y tierra para salvarte, lo hará. Es una persecución que nunca termina, porque su combustible es un amor eterno.
Hoy @Dios te dice: «Deja de correr, déjate alcanzar por mi amor. Aceptar mi gracia que desea perdonarte. Déjate encontrar por el sabueso del cielo».