Truenos para arrepentimiento
Samuel invocó al Señor, y el Señor envió aquel día truenos y lluvia; y todo el pueblo tuvo gran miedo del Señor y de Samuel. 1 Samuel 12:18, SBMN.
Samuel sabía que, una vez establecido el nuevo rey, su ministerio como juez y representante de la voz divina sería ignorado. Los israelitas no querían un gobierno teocrático, pensaban que podían escapar de los juicios divinos. Cuán equivocados estamos si pensamos que podemos escapar de la justicia del Dios vivo. Podemos elegir quién nos gobierne, pero eso no nos libra del juicio de Dios. Ningún ser humano está exento de las leyes de Dios, ninguna acción humana está fuera de su jurisdicción.
El profeta les presentó el bien y el mal, las bendiciones y las maldiciones, como hizo Moisés en su mensaje final. Les aseguró que la obediencia sería su felicidad, mientras que la desobediencia sería su ruina: mensaje válido hoy. Les recordó cómo Dios los había dirigido desde Abraham y los animó a ser fieles. Se aseguró de que su gestión fuera evaluada, y confirmada su integridad. Les recordó que, aunque Dios les había concedido el rey que habían solicitado, no era una monarquía terrenal lo que el Creador quería para ellos. Dios no los forzó a seguir bajo su gobierno, como tampoco exige nuestra obediencia hoy en día. Cuando pedimos algo a Dios, deberíamos asegurarnos de que es su divina voluntad. Agradece a Dios que no te concede todo lo que le pides.
Para mostrar el desagrado divino, Samuel invocó lluvia y truenos en la época más inesperada del año: el tiempo de cosecha entre mayo y junio. Raramente llovía en esa estación, así que los truenos y la lluvia fueron considerados como un evento milagroso, pero no para su beneficio. Por el contrario, era peligroso para los cultivos. Todos los presentes en la asamblea temblaron de terror y espanto y se dieron cuenta de su trágica decisión. Muchas personas son como aquellos israelitas tercos.
Cuando fueron conscientes del pecado cometido, Samuel les aseguró que Dios los amaba y nunca los abandonaría. Fue un recordativo más en Gilgal: el amor invariable y fiel de Dios a pesar de la infidelidad del pueblo. El Padre siempre estaría dispuesto a recibirlos. “Antes que Israel pudiera tener alguna esperanza de prosperidad, debía ser inducido a arrepentirse ante Dios. […] Antes que pudieran hallar verdadera paz, debían ser inducidos a ver y confesar el mismo pecado del cual se habían hecho culpables” (PP, p. 667).
No esperes “escuchar los truenos” para arrepentirte.