«Santificado sea tu nombre»
«Vosotros, pues, orad de esta manera: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre». Mateo 6: 9, BA
Dios es santo, por lo tanto, su nombre también lo es. Esto significa que yo no hago el nombre de Dios santo cuando digo en oración: «santificado sea tu nombre». Entonces, ¿por qué Jesús incluyó esa frase en la oración modelo? Bueno, cuando la repetimos, simplemente le estamos pidiendo a Dios que sea él mismo quien santifique su nombre, como prometió que lo haría: «Y santificaré mi santo nombre, profanado entre las naciones, el cual profanasteis vosotros en medio de ellas; y sabrán las naciones que yo soy Jehová, dice Jehová el Señor, cuando sea santificado en vosotros delante de ellos» (Ezequiel 36: 23, RV95).
Dios se muestra santo ante el mundo a través de las maravillas que hace por nosotros: primero nos llama y nos rescata del mundo de maldad. Después nos justifica y finalmente nos santifica. De esta manera glorifica su nombre ante el universo. Por otro lado, nosotros como sus hijos dejamos ver su grandeza y la santidad de su nombre cuando damos testimonio de sus obras en nuestra vida, cuando mostramos confianza en él en medio de todas las vicisitudes de la vida y cuando enfrentamos los desafíos del diario vivir en su nombre. De manera que cuando iniciamos el Padrenuestro pidiendo que Dios santifique su nombre, sencillamente estamos diciéndole: «Muestra tu grandeza, deja ver tu amor y bondad hacia nosotros, exhibe ante el mundo tu disposición a bendecir a tu pueblo».
María Lionza era fiel devota y practicante de la hechicería y toda clase de ritos mágicos. Trabajaba para un cartel (organización criminal) de Colombia. Sus predicciones y consejos eran tan acertados que los grandes capos no movían un dedo si ella no lo indicaba. Ella señalaba las rutas y las fechas más acertadas para mover la droga. Pero un día falló y el cargamento fue descubierto y confiscado por las autoridades. Aquel incidente hizo que pasara de la gloria al infierno. Los dueños del envío descargaron toda su frustración sobre ella. Fue golpeada casi hasta la muerte, violada y encerrada como castigo. En un descuido de sus captores logró escaparse y pidió auxilio en una Iglesia Adventista del barrio. En el templo, la curaron y atendieron unas hermanas, que la escondieron hasta que hubo pasado el peligro.
Durante ese tiempo escuchó las predicaciones, los cantos y las oraciones. Esto caló en su corazón y pidió una Biblia, que leyó mientras estuvo allí. Como resultado decidió renunciar a sus prácticas y ser bautizada.
Hoy cuenta cómo Dios cambió su vida y comparte su conocimiento sobre el Dios cuyo nombre es santo y nos hace santos. Hoy @Dios te dice: «Vive a la altura de mi nombre. Yo te escogí y deseo mostrar mi poder y la santidad de mi nombre a través de tu vida».