Viernes 08 de Julio de 2022 | Matutina para Adolescentes | Arma asesina

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Arma asesina

“Además de todo eso, levanten el escudo de la fe para detenerlas flechas encendidas del diablo” (Efesios 6:16, NTV).

El 8 de julio de 1856, el norteamericano Charles Barnes patentó una ametralladora, una nueva arma que prometía revolucionar la forma de luchar en las guerras. Barnes la llamó “cañón automático mejorado”. En realidad, era un tipo de pistola Gatling que funcionaba girando una manivela; la velocidad de disparo dependía de la rapidez del giro. Por desgracia o por suerte, dependiendo del lado del campo de batalla en el que se estuviera, si se giraba la manivela demasiado tiempo seguido, el cañón se calentaba tanto que no se podía tocar. Algunas ametralladoras podían disparar hasta 350 balas por minuto. ¡Esto es horrible! Es absolutamente tremendo que el ser humano pueda imaginar máquinas para acribillar a más soldados en menos tiempo, y así mejorar las probabilidades de ganar una batalla.

Cuatro años más tarde, la ametralladora tuvo su primera prueba real en la Guerra Civil estadounidense. Así como había predicho su inventor, fue letal; y ¡qué cantidad de daño hizo! Más de medio millón de hombres perdieron la vida en ese conflicto, miles y miles de ellos debido a la ametralladora. Esta arma se hizo aun más común durante la Primera Guerra Mundial. Los cañones eran tan grandes que tenían que estar montados en trípodes y ser manejados por un equipo de entre cuatro y seis operadores. Estaban diseñadas para disparar hasta mil balas por minuto, alimentadas por una cinta de munición hecha de tela. La ametralladora llegó a ser tan valiosa que algunos expertos militares dijeron que su potencia de fuego era tan grande como la de cien rifles. Durante la Segunda Guerra Mundial, la ametralladora se volvió una verdadera máquina asesina. Ahora se utilizaban fusiles más ligeros y potentes, como el AK-47.

El diablo se ha pasado la vida encontrando maneras de infligir dolor en la tierra. La guerra es una de ellas y, con la invención de más y más armas mortales cada año, el mundo está lleno de su miseria. Pero Jesús vino a ayudar, y a mostrar al mundo los verdaderos colores de Satanás en esta batalla entre el bien y el mal. Cuando estaba en la tierra, Jesús sanó enfermos, dio vista a los ciegos, e incluso resucitó a los muertos.

Hoy quiere protegernos de la ametralladora de dardos de fuego del diablo. Por eso, Pablo nos aconseja: “Tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno” (Efe. 6:16, NVI). A mí me parece un buen plan.

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