Estados Unidos recibe su nombre
“Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3, RVR 95).
En este día de 1776, el nombre “Estados Unidos de América” se convirtió en el título oficial de las trece colonias originales. El Segundo Congreso Continental votó el nuevo nombre, pero el costo de la independencia fue enorme. Durante los siguientes ocho años, el país recién formado libró una larga y dura guerra para alcanzarla. Se perdieron 25.000 vidas y 25.000 personas más resultaron heridas. Le costó al Gobierno Federal de los Estados Unidos unos 37 millones de dólares, y los trece estados adquirieron otros 114 millones de dólares en deudas. En total, unos 4.500 millones de dólares de hoy.
Estados Unidos era libre, pero era una nación débil y nueva, sin influencia política en el mundo. No tenía un ejército permanente ni experiencia en el comercio mundial. Las trece colonias originales eran ahora los trece Estados Unidos, pero nada de esto se haría oficial hasta bien entrada la década de 1780, cuando se ganó la guerra. Incluso después de lograr la independencia, apenas sabían lo que estaban haciendo. Se necesitaron nueve años para redactar por completo la Constitución de los Estados Unidos, y otros cuatro años más para fijar en blanco y negro la Carta de Derechos. No había grandes industrias manufactureras, salvo quizá la construcción naval, y la producción de algodón y tabaco en el Sur, que dependía de la esclavitud. Y luego, para colmo de males, Estados Unidos tuvo que volver a luchar contra los británicos en la Guerra de 1812. Durante dos años, los británicos tuvieron un éxito notable e incluso lograron quemar la Casa Blanca en Washington D. C.
Pero Dios ha bendecido a los Estados Unidos más de lo que imaginaron los primeros colonos. Pasó de ser un conjunto de colonias advenedizas a ser una de las naciones más influyentes del mundo. El ejército estadounidense es imponente y su sistema judicial es uno de los mejores. Ese país hace todo lo posible para garantizar a sus ciudadanos libertad acción y elección; hay libertad de expresión y de culto. Y el mérito de todo esto es de Dios. Además, participó en las dos guerras mundiales cuando fue necesario luchar contra el totalitarismo que quería apoderarse de Europa. También, ayuda a otras naciones al auxiliar a víctimas de terremotos, huracanes y tsunamis.
Hoy, busca recuperar la reputación que siempre ha tenido de ser una nación que ayuda. Al fin y al cabo, es la responsabilidad que tiene por haber recibido tales bendiciones.