¡No te dejes!
“No te dejes vencer por el mal. Al contrario, vence con el bien el mal” (Romanos 12:21, DHH).
“No puedes evitar que las aves vuelen sobre tu cabeza”, dice el proverbio atribuido a Martín Lutero, “pero sí puedes evitar que hagan nido en ella”. Dicho de otra manera: no tenemos por qué permitir que los malos pensamientos establezcan residencia permanente en nuestra mente. Pero ¿cómo evitarlo? Ya sabemos lo difícil que es eliminar los malos pensamientos que se han atrincherado en la memoria.
¡Qué mejor método que el que nos sugiere nuestro texto de hoy! “No te dejes vencer por el mal. Al contrario, vence con el bien el mal” (Rom. 12:21, DHH).
¡Y qué mejor herramienta, para lograr tal objetivo, que la Palabra de Dios! Veamos cómo funciona esa herramienta, según el siguiente relato que cuenta Norman Vincent Peale (A Guide to Confident Living, pp. 32-34).
Cuenta Vincent Peale que, en una ocasión, recibió la visita de un banquero, respetado en la comunidad, pero que se sentía muy desdichado. Durante la entrevista, el hombre gradualmente reveló la causa de su infelicidad: temores y ansiedades, pero sobre todo mucho resentimiento. Esa “dinamita” se había acumulado en su corazón y amenazaba con estallar en cualquier momento.
–Qué bueno sería –le dijo el pastor Peale– que pudiéramos sacar de su cabeza todos esos malos pensamientos; y que luego pudiéramos introducir pensamientos de bondad y perdón.
–Eso sería fabuloso –respondió el banquero–, pero ¿cómo podría hacerse eso? El pastor Peale le explicó al atribulado banquero cómo: controlando “dos avenidas” que dan acceso a la mente: los ojos y los oídos. Le “recetó” que durante un tiempo evitara ver o leer material proveniente de libros y revistas y que, en cambio, llenara su mente con las poderosas promesas de la Palabra de Dios, e incluso las aprendiera de memoria. Finalmente, le indicó que cuando algún pensamiento de odio acudiera a su mente, repitiera de memoria uno de esos pasajes bíblicos.
Dice Peale que cuando de nuevo vio al banquero, su vida había cambiado por completo.
–No ha sido fácil –dijo el hombre–, pero gradualmente el poder de la fe y la Palabra me han devuelto la paz mental que tanto necesitaba.
Nadie dijo que sería fácil, ¡pero hay poder en la Palabra de Dios! Lo mejor de todo es que ese poder estará hoy a tu disposición para vencer con el bien el mal. Así que, ¡no te dejes!
Padre celestial, con el poder de tu Palabra, hoy no me dejaré vencer por el mal. Al contrario, para tu gloria, venceré con el bien el mal.