H20
“Pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás” (Juan 4:14).
Adivina, adivinador, ¿quién soy? Pista 1: estoy en el 70 % del planeta. Pista 2: soy inodora, insípida e incolora. Pista 3: soy absolutamente gratis, pero muy valiosa.
¿Ya adivinaste? ¡Me refiero al agua! Es el único líquido creado así en toda la naturaleza. Es indispensable para la vida. Beber agua debe ser un hábito, pues en cuanto tienes sed, ya estás deshidratado. Lo más increíble es que este líquido está formado por dos gases, oxígeno e hidrógeno, que frente al fuego actúan por separado como combustibles, pero juntos, como agua, apagan las llamas.
¡El agua! Cuánto para decir de ella. Nuestro cerebro trabaja mejor si bebemos agua. ¿Quieres ser más inteligente y aprender más rápido? Toma agua. Si te gusta el atletismo también rendirás mucho más si la bebes. Siempre me admiro de que Daniel pidió agua como parte de su dieta y fue hallado ¡diez veces mejor que los mejores!
Íbamos viajando de Montevideo a Blancarena, un campamento adventista en Uruguay. El verano era ardiente. Encima era una hora pasada el mediodía y hacía un rato que habíamos almorzado. En pleno viaje, nuestro viejo auto hizo un ruido raro y se paró en medio de la ruta, lejos de cualquier casa. Salimos y nos pusimos debajo de un árbol que algo amortiguaba el calor, pero cada vez teníamos más sed. ¿Has sentido sed alguna vez? El tiempo pasaba, y mi esposo no llegaba con ayuda. El tiempo se triplica o quintuplica cuando tienes una necesidad básica… Ya había escuchado: “Tengo sed” en todas las formas y lamentos posibles. ¡Qué alivio fue cuando pudimos beber agua al fin!
Pero hay un agua de la cual puedes beber, y no volverás a tener sed jamás. Así lo prometió Jesús a la mujer samaritana. Sí, Jesús dijo de sí mismo que era el agua de la vida. Esta mujer iba a buscar agua cada día bajo los plenos rayos del sol, pues no quería que nadie la viera; tenía vergüenza. Había hecho cosas de las cuales se avergonzaba y mucho.
Se había relacionado con gente que la había llevado por malos caminos. Hasta que sintió el perdón y el amor de Jesús, “el Agua de la vida”. Él mismo se la ofreció, y también te la ofrece cada día a ti y a mí. Bebamos de ella.
Mirta