Sobreviviente
«Señor, los que te conocen, confían en ti, pues nunca abandonas a quienes te buscan». Salmo 9: 10
El 13 de noviembre de 1985, comenzó como cualquier otro en Armero, con la salvedad de que se temía una posible erupción del volcán Nevado del Ruiz y un deshielo que bajaría por el río Lagunilla produciendo una inundación. Aquel miércoles en la tarde se sentía un olor a azufre en el aire y caía una ceniza muy fina. Muchas personas llamaron a los organismos de socorro, pero recibieron la orden de no alarmarse.
Hacia las once de la noche, Elizabeth y su familia oyeron gritar gente desesperada que pedía que los dejaran refugiar en la terraza de su casa de dos pisos. Bajaron a abrir, y el agua ya les daba a las rodillas. Ella se abrazó de su madre y entonces se escuchó un estruendo espantoso. Cuando recobró el conocimiento, se sintió atrapada entre escombros, solo la cara sobresalía entre el lodo, y su pierna derecha había quedado destrozada: perdió casi todo el tejido del muslo y quedó con los huesos expuestos y un hueco en el pie. Observó que estaba rodeada de cadáveres y sobrevivientes que pedían auxilio. Entonces tomó una decisión muy difícil para una niña de quince años.
Les tocaba la cara para saber si respiraban o no. Les hablaba, antes de apoyarse en los cadáveres y hundirlos para poder pasar y sobrevivir. Pasó cuatro noches y cinco días esperando un rescate que tal vez nunca llegaría. Cuando por fin llegó un helicóptero, los socorristas no la reconocían como herida. Creían que era un cadáver más porque había quedado como una momia de barro. Con el último aliento que le quedaba, dio un quejido y fue rescatada. Estuvo en coma durante ocho días.
Cuando despertó, su pierna estaba gangrenada, y los médicos la iban a amputar. Ella se negó. El médico le dio 50% de probabilidades de vida si se oponía a la cirugía, pero ella persistió. Después de trasplantes e injertos de tejidos de la pierna buena a la pierna herida, evitó la amputación. Tres meses después de la avalancha, muchas intervenciones quirúrgicas y horas de terapias, volvió a caminar y hoy sirve al Señor predicando el evangelio.
@Dios te dice en este día: «Tú no tienes que haber sobrevivido a una catástrofe similar para confiar en mí. Tampoco tienes que haber soportado difíciles pruebas para hoy tomar la decisión de entregarme tu vida y servirme con todo tu ser». ¿Te gustaría hoy colocar tu confianza en el Señor?