“Esta riqueza la tenemos en nuestro cuerpo, que es como una olla de barro, para mostrar que ese poder tan grande viene de Dios y no de nosotros” (2 Cor. 4:7).
En 1911, Elena de White sorprendió a muchos al hacerle correcciones y aclaraciones al libro El conflicto de los siglos. “¿Cómo puede hacer eso? –se preguntaba la gente–. ¿No fue acaso escrito bajo inspiración divina? ¿Un escrito suyo necesita ajustes, y tantos?” Por ejemplo, en la página 65 de la edición de 1888, Elena de White escribió: “Los valdenses fueron los primeros de todos los pueblos de Europa en obtener una traducción de las Sagradas Escrituras”. En la edición de 1911, aclaró: “Los valdenses se contaron entre los primeros” (p. 63).
Aunque los cambios no afectaron al mensaje general del libro, fueron suficientes para que la gente hablara. Nadie estaba más sorprendido que el editor al que Elena de White pidió que la ayudara. William Prescott creía en la “inspiración verbal”, es decir, que Dios había dictado a los escritores de la Biblia exactamente, palabra por palabra, lo que debían escribir; así que pensaba que la inspiración de Elena debía funcionar de la misma manera. El 26 de abril de 1910, Prescott le escribió a William White, uno de los hijos de Elena: “Me ha sorprendido mucho encontrar en este libro tantas declaraciones inexactas: y lo que he presentado para su consideración indicará cuán difícil será revisar este libro para que esté en armonía con los hechos históricos”.
Elena de White tenía un doble problema: 1) algunas personas decían que solo las cosas con las que estaban de acuerdo de lo que ella escribía eran inspiradas; y 2) otros tomaban todo lo que ella decía o escribía como infalible, haciendo de sus palabras un ídolo.
Se podría haber evitado mucha confusión si la gente hubiera prestado mayor atención a la introducción del libro, donde Elena describe la fusión de la inspiración divina y el esfuerzo humano. “La Biblia señala a Dios como autor de ella; sin embargo, fue escrita por manos humanas, y la diversidad de estilo de sus diferentes libros nos muestra la individualidad de cada uno de sus escritores. Las verdades reveladas son todas inspiradas por Dios (2 Tim. 3:16); aun así, están expresadas en palabras de los hombres. El Ser infinito, por medio de su Santo Espíritu, iluminó la mente y el corazón de sus siervos. Les daba sueños y visiones, símbolos y figuras; y aquellos a quienes la verdad les era así revelada, ellos mismos corporizaban el pensamiento en lenguaje humano” (El conflicto de los siglos, p. 5).