Un barco sin timón
“Yo voy a mandar un diluvio que inundará la tierra y destruirá todo lo que tiene vida en todas partes del mundo. Todo lo que hay en la tierra morirá” (Génesis 6:17).
La misión de construir el arca era tan desafiante que le llevó a Noé por lo menos cien años. Era imposible que él solo la construyera, así que seguramente tuvo gente que colaboró en esa tarea. Pero no solo había que construir la embarcación. Si fuiste a un campamento, viste todos los detalles que hay que considerar; por ejemplo, los alimentos. Imagínate la cantidad de comida que tuvieron que conseguir para estar un año dentro del arca. Lo más desafiante es que no era solamente para los ocho pasajeros, sino también para cada especie de animales. Génesis 6:21 dice: “Junta además toda clase de alimentos y guárdalos, para que tú y los animales tengan que comer”.
Por otra parte, el arca era única. No se parecía a un crucero actual. Su estructura tenía que garantizar que flotara. Piensa en una pelota de rugby. Ahora imagina que la cortas a la mitad con un cuchillo; eso era el arca. En su interior habría tres pisos para acomodar a todos los animales. En la parte superior estaba el lugar donde vivirían las personas, y ahí había una ventana. El largo del arca era 135 metros; esto es, unos metros más que el largo de un estadio de fútbol. El ancho, 30 metros: es la mitad del ancho de la cancha de un estadio. La altura era de 13 metros, como un edificio de seis pisos.
El arca no tenía timón: no era conducida ni por Noé, ni por ninguna otra persona, solo por Dios. Tenía solamente una puerta, y eso nos recuerda que Jesús es la puerta de la salvación. Había una ventana donde los viajeros podían mirar al cielo, y les recordaba que dependían de Dios.
Actualmente, mirar hacia el cielo sigue siendo la mejor opción en cualquier circunstancia. Decide hoy darle el timón de tu vida a Jesús; así, no importa la tormenta, siempre estarás seguro.