“Él te concederá los deseos de tu corazón”
“Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón” (Salmo 37:4, NVI).
La historia de Lois Secrist me parece muy inspiradora. Cuando Lois era adolescente, sintió en su corazón un vivo deseo de convertirse en misionera. Lamentablemente, los afanes y los compromisos de la vida no le permitieron hacer realidad sus sueños de ir a tierras lejanas. Lois se casó con Galon Preter, un joven granjero que no se caracterizaba por llevar una vida religiosa. Galon se volvió un alcohólico empedernido; por tanto, el verdadero campo misionero de Lois consistió en tratar de evangelizar a su propio esposo. Tras muchos años de oración y de paciencia, Lois pudo llevar a Galon a los pies de Cristo poco antes de que él muriera.
A sus setenta y seis años, ya viuda, Lois recobró el acariciado sueño de su juventud: ser misionera en el extranjero. A esa edad, viajó a Filipinas, y allí sintió que el Señor la estaba llamando a trabajar en favor de los niños huérfanos de ese país surasiático. Cuando regresó a los Estados Unidos, vendió todo lo que tenía y, con la ayuda de generosos donantes, regresó a Filipinas para fundar el orfanato Jardín del Rey. Lois fue misionera en su casa y luego fue misionera en tierras lejanas. Al final de su vida pudo ver cumplido su sueño de juventud.
En el ministerio de Lois vemos el cumplimiento de la promesa del Salmo 37:4: “Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón”. Dios le concedió a ella el deseo de que su marido aceptara a Jesús como Salvador. Su trabajo misionero en casa produjo frutos dignos de arrepentimiento. Y, en el invierno de su travesía terrenal, el Señor le concedió el deseo de ser misionera en el extranjero. No hubo nada de egoísmo en los deseos de Lois; sus metas estuvieron centradas en Dios y en su obra.
Lois comprendió el significado de esta declaración inspirada: “Tan ciertamente como hay un lugar preparado para nosotros en las mansiones celestiales, hay un lugar designado en la tierra donde hemos de trabajar para Dios” (Palabras de vida del gran Maestro, p. 262).
Lois trabajó arduamente por la salvación de su esposo, ¿con quién estamos trabajando nosotros? Si nuestro deseo está en sintonía con el servicio divino, el Señor nos lo concederá. Esa fue la experiencia de Lois, y también puede ser la nuestra.