El miedo y la envidia de Saúl
Por eso Saúl le temió aún más y se convirtió en su enemigo de por vida.1 Samuel 18:29, BLPH.
A pesar de que David era el músico que tocaba su arpa para animar al rey Saúl cuando estaba deprimido, había sido ignorado. Cuando David mató a Goliat, Saúl preguntó quién era aquel joven (1 Samuel 17:55). ¿Estaba tan centrado ahora en sí mismo que no podía reconocer a quien le servía? Aquel dulce músico se convirtió en un valiente guerrero que libró a todo Israel de manos de Goliat. Quienes te prestan un servicio hoy, mañana podrían ser llevados a un puesto de gran responsabilidad.
Saúl honró a David por su hazaña militar (1 Samuel 18:2), pero cuando notó la aceptación y admiración del pueblo, el ejército y su propio hijo Jonatán hacia David, empezó a mirarlo mal (vers. 9). La Biblia especifica que los celos de Saúl por David eran por miedo (vers. 15). Aquellos que se sienten celosos de ti, quizá lo que les sucede en realidad es que se sienten intimidados por tus fortalezas, que revelan sus carencias. Pídele a Dios que te dé la actitud de David para amarlos como él amó a Saúl.
El odio y la envidia de Saúl hacia David lo llevaron a humillarlo, a degradarlo a jefe de mil (vers. 13) después de haber sido jefe del ejército (vers. 5). David aceptó el descenso con humildad, sin quejas ni sentimientos lastimeros. Su actitud alegre y humilde le permitió ganar la admiración y el respeto de todo el pueblo. Las faltas de los jefes hacia sus subordinados podrían convertirse en peldaños de éxito, si procediéramos con la sabiduría y la prudencia de David. Si estás siendo tratada injustamente por tus jefes, recuerda que Dios está entrenándote para darte una mayor responsabilidad.
El odio y la envidia de Saúl no tenían límite. Preparó un nefasto plan para que David fracasara. Le solicitó como dote para entregarle su hija como esposa, cien prepucios de los filisteos. David aceptó el reto, y como poderoso guerrero se apareció con doscientos prepucios, alcanzando mayor reconocimiento. Lo que otros planean para hacerte daño, es orquestado por Dios para lograr sus propósitos de darte la victoria.
“La envidia es hija del orgullo, y si se la abriga en el corazón, conducirá al odio, y eventualmente a la venganza y al homicidio” (PP, p. 706).
Ruega a Dios que quite toda envidia de tu corazón.