Partido del Desconocimiento
“Nosotros nacimos ayer, y nada sabemos; nuestros díasen este mundo son como una sombra” (Job 8:9, NVI).
El Partido del Desconocimiento. ¿Puedes imaginar un partido político con un nombre así? El 18 de febrero de 1856, el Partido del Desconocimiento nominó a su primer candidato a la presidencia de los Estados Unidos: Millard Fillmore. No es sorprendente que el señor Fillmore recibiera solo ocho votos en las elecciones de 1856. ¿Qué podíamos esperar de un partido político con ese nombre?
Toda organización tiene un propósito, una razón de ser. Algunos se afilian a partidos políticos, como el Partido Republicano o el Partido Demócrata, para asegurarse posiciones de liderazgo en el gobierno. Otros están más interesados en temas concretos que les resultan importantes, y se unen a organizaciones como Greenpeace o Save the Whales. A veces, la gente no sabe mucho sobre la organización que hizo la pancarta que sostiene; simplemente, se mueve con la multitud porque es emocionante o porque cree que es lo mejor que puede hacer en ese momento. Otros pueden unirse a una organización popular, no para apoyar a esa organización, sino para utilizar su influencia para promover otra agenda.
Ser activo políticamente es un privilegio único, y los que tienen la posibilidad de votar tienen una oportunidad sin igual de cambiar el mundo para que sea mejor, sea cual fuere la bandera de la organización a la que adhieren. El derecho al voto debe tomarse en serio. Incluso los que no saben nada tienen derecho a expresar lo que piensan.
Para aprovechar al máximo la oportunidad de cambiar nuestro mundo a fin de que sea mejor, deberíamos saber más acerca de la multitud a la que pertenecemos, de lo que implica el nombre del Partido del Desconocimiento. Pero, en este mundo complicado y confuso, a veces tenemos que admitir que, en realidad, sabemos muy poco. Como Job, decimos: “Nacimos ayer, y nada sabemos; nuestros días en este mundo son como una sombra”. A veces, la grandeza consiste en admitir que hay mucho que no sabemos. Confesar que tenemos mucho que aprender nos abre la puerta para expresar nuestra confianza en Dios, quien realmente lo sabe todo.
Cuando confesamos nuestra falta de conocimiento, podemos asombrarnos, como Job, ante el conocimiento eterno de Dios. Sabemos muy poco sobre muchas cosas, pero sí sabemos que él nos ama más que nada. Él nos ha dado amplias evidencias de su amor, y marchar bajo su bandera de amor es mejor que unirse a cualquier organización política del mundo.