¿Por qué regresar?
“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí, y al que a mí viene, no lo echo fuera” (Juan 6:37).
¿Cuál fue, en última instancia, el motivo principal que indujo a este joven a regresar al hogar. ¿Amor por su padre? ¿Una conciencia culpable?
El motivo pudo ser otro. Por ejemplo, ¿pudiera ser que el muchacho nunca pudo borrar de su mente el intenso dolor que se dibujaba en el rostro de su padre mientras él abandonaba el hogar? O, también, ¿pudiera ser que en él creciera cada vez más la convicción de que su padre estuviera esperando por él? Pudiera ser. Porque, ¿quién querría regresar a un lugar donde de antemano uno sabe que no va a ser bien recibido?
En este punto bien podríamos hacer otra pregunta: ¿Por qué un reo condenado a muerte buscaría el perdón del Dios a quien ha ofendido abiertamente con su vida de pecado? ¿Será porque, en lo más profundo de su corazón, sabe que el Padre ha estado esperando por él? Tomemos por ejemplo el caso que relata Dixil Rodríguez (“The Endless Reality of Forgiveness”, Adventist Review, octubre de 2015, p. 39). Dixil es capellana voluntaria de hospitales en Texas. Un día recibió una solicitud para entrevistarse con un hombre condenado a muerte. Sin embargo, no se trataba de un desconocido. Diez años atrás, ese hombre había sido uno de sus alumnos; uno de los más promisorios. Pero ahora él esperaba su hora final. Y antes de que esa hora llegara, quería hablar con su profesora.
–Usted creyó en mí –le dijo–. Sabía la clase de persona que yo quería llegar a ser. Pero tomé malas decisiones.
Hablaron durante poco tiempo. Hacia el final de la entrevista, el hombre alcanzó a decir:
–No quiero que ore conmigo, pero sí quiero que ore por mí.
“Ore por mí”, dice el condenado a muerte. ¿Por qué hace este pedido a sabiendas de que, por causa de sus crímenes, ha de morir? La respuesta está en la pregunta del principio: ¿Por qué regresó al hogar paterno el hijo pródigo a pesar de saber que había causado tanto dolor? Regresó porque sabía que Alguien estaba esperando por él.
Si ahora mismo sientes que tus pecados te han alejado de Dios; si piensas que tus errores te hacen indigno, indigna, del perdón, hoy puedes emprender el camino de regreso a casa. Con los brazos abiertos, Alguien estará esperando por ti.
¿Por cuánto tiempo más lo harás esperar?
Gracias, Padre amado, porque no te cansas de esperar por mí. Hoy emprendo el camino de regreso a ti. Y gracias por la promesa de que, si alguien viene a ti, tú no lo echas fuera.