Viernes 19 de Agosto de 2022 | Matutina para Mujeres | Levántate

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Levántate

“Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina” (2 Tim. 1:7, NTV).

Recoger los pedazos de nuestros sueños rotos e intentar enmendarlos es uno de los desafíos más grandes de la vida. La desilusión y el dolor que sentimos cuando fallamos pueden ser tan grandes que a menudo nos aterroriza la idea de volver a soñar. Preferimos conformarnos con lo que tenemos, antes que arriesgarnos emocionalmente y nuevamente sentirnos chasqueadas. El problema, como escribe Scott Reall en Journey to Living with Courage [Viaje a una vida con valentía], es que renunciar a soñar es “la manera más rápida de vaciar un corazón de su deseo de vivir. ¡Los sueños son los latidos de la vida! Ellos estimulan la pasión, nos dan sentido y significado”.

Un hombre paralítico estaba junto al estanque de Betesda. Durante 38 años había soñado con solo una cosa: sanar.

Treinta y ocho veces la Tierra había danzado en su órbita elíptica alrededor del Sol. Treinta y ocho veces el otoño había cedido paso al renacer de la primavera, trayendo solo más decepciones. A este hombre, que tenía el alma atiborrada de desconsuelos, Jesús le pregunta algo irónico y aparentemente cruel: “¿Quieres ser sano?” (Juan 5:6). ¿Te atreves a soñar, aún hoy, con una vida mejor? Después de que el hombre describiera la dificultad de su situación, Jesús le pidió que hiciera algo aún más difícil: “Levántate, toma tu lecho y anda” (Juan 5:8). Jesús le dijo al paralítico que hiciera exactamente lo que no podía hacer: levantarse y caminar. A veces, volver a creer se siente así. Miramos la esterilla, la zona de confort que nos ata al suelo, preguntándonos si oímos correctamente: ¿realmente Dios espera que volvamos a caminar? Dando, literalmente, un paso de fe, el paralítico se levantó y volvió a caminar.

Vivir con fe es arriesgado. Soñar implica enfrentar desafíos y desilusiones, porque no todos nuestros sueños y proyectos se harán realidad. Sin embargo, no soñar es todavía más arriesgado; significa cederle el control al miedo. En Bittersweet [Agridulce], Shauna Niequist lo describe así: “Dejo de soñar, a veces, porque me aterra lo que necesitaría para cambiar mi vida. Dejo de soñar porque me da miedo el caos que los sueños podrían traer, lo que los nuevos sueños demandarían de mí”. Pero Dios no nos dio un espíritu de temor y cobardía, sino de poder y amor. ¡Levántate, toma tu lecho y anda!

Señor, gracias por el don de la esperanza y el coraje. Muéstrame si hay áreas de mi vida en las que tú deseas darme nuevos sueños. Tú puedes abrir puertas que nadie puede cerrar y proveer abundantemente aun en el desierto. Te entrego mi corazón para que me controles tú, no el miedo.

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