‘Top model’ y buena pareja
La joven era de hermosa figura y de buen parecer. Ester 2:7.
Hace algunos años tuve la oportunidad de trabajar en la traducción bíblica denominada La Palabra. Debido a mi área de especialidad, me asignaron los libros de Esdras, Nehemías y Ester. Fue una experiencia muy positiva, sobre todo al cooperar con otros traductores de gran conocimiento y amor por la Biblia. Recuerdo hasta hoy una anécdota. Había comenzado a traducir el segundo capítulo del libro cuando me topé con una descripción de la joven Hadasa, es decir, Ester, y sinceramente me encontré con un problema. El original decía literalmente que “tenía bellas formas y que de aspecto estaba buena”. Y que “estaba buena” no era una expresión que esperaba encontrarme en un texto bíblico. Pero, así lo indica el texto, lo relevante de Ester era su aspecto físico.
El relato de Ester se podría comparar al caso de las participantes en un concurso de belleza. Podríamos pensar que nos encontramos en el concurso de “Miss Persia”. La joven Ester (su nombre se asemejaba al de la diosa de la belleza) se sintió tan atraída por toda aquella escenografía, que se le olvidó decir lo más importante de su persona: su verdadera identidad. Es bastante común que a las personas les suceda así: se fascinan tanto por el exterior que olvidan aquello que los hace especialmente peculiares y únicos. Y la muchacha judía se casó con un rey porque “estaba buena”.
Ester, sin embargo, era mucho más que formas, era una mujer de Dios. Una mujer que amaba a su esposo y a sus hijos. Una mujer con principios por los suyos. Y llegó el momento en que tuvo que sincerarse con su esposo. Y, ¡sorpresa!, a él le gustó tanto lo genuino y valiente de su interior que, además de admirarla, confió plenamente en ella. Confucio decía que “cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla”. Asuero descubrió que su esposa, más allá de estar buena, era realmente buena.
Este mundo sostiene que en las relaciones de pareja es sumamente importante el aspecto físico, pero hay muchas más cosas además de la piel. La plena confianza en tu pareja mejora tu sonrisa. La sinceridad da brillo a la mirada. El cariño tonifica intensamente el cutis. La presencia de Dios en el hogar hace que resplandezca el semblante. Y, cómo no, cuando el Espíritu Santo nos proporciona estas virtudes, lo bueno no solo es mirar sino
Sé una buena pareja si tienes pareja. En cualquier caso, sé un buen hijo o hija de Dios porque, entre otras cosas, embellece mucho.