Tipeando…
“Recurrí al Señor, y él me contestó, y me libró de todos mis temores” (Salmo 34:4).
¿Cómo te sientes cuando envías un mensaje a alguien y esa persona tarda mucho en responder? Cuanto más tiempo pasa, ¿más ansioso te sientes? Con las tecnologías actuales, es posible saber si la persona ya ha visto el mensaje e incluso hacer un seguimiento en tiempo real si está escribiendo la respuesta. Si la persona tarda en responder, es probable que le envíes otro mensaje para ver si finalmente da una señal. La verdad es que incluso después de haberle reclamado, todavía puedes quedarte sin reacción y tu mensaje queda ahí, sin respuesta.
Esta es una situación por la que a nadie le gusta pasar. Después de todo, todos estamos esperando una respuesta, ¿no es así? Y cuanto más rápido, mejor. Al leer la Biblia, descubrimos que Dios siempre nos escucha y nos responde. Él nunca ignorará tu pedido ni dejará de “visualizar” tus oraciones. Sin importar la hora o el día, él siempre está conectado contigo.
Pero presta atención: decir que Dios nos responde no significa que siempre hará nuestra voluntad. Más que responder lo que pedimos, nos ofrece lo mejor. Quizás pides algo que a tus ojos se ve muy bien, pero Dios, que ve el final desde el principio, sabe que aquello no te hará bien. En esos casos, él responde a las oraciones dando lo mejor para ti. ¿Cómo sabes si Dios está respondiendo? Si estás lejos de él, difícilmente podrás identificar cuándo comienzan a llegar las respuestas. Solo aquellos que mantienen una vida de intimidad con Dios son capaces de reconocer lo que él hace.
¿Qué le estás pidiendo hoy? ¿Qué esperas que él haga por ti? Mira a tu alrededor y acércate mucho a Dios. En este mismo momento, él puede estar dándote la respuesta que estabas esperando.