Estrategias malignas
Al oír estas palabras de Samuel, Saúl sintió mucho miedo y se desmayó. Las fuerzas le faltaron, pues no había comido nada en todo el día. 1 Samuel 28:20, TLA.
Saúl se desmayó y el enemigo se burló de su suerte. Así trabaja Satanás: te hace caer en tentación y luego se burla de ti. Te seduce y te hace creer que no tienes esperanza, que Dios no te perdonará. Presentó a Dios como el enemigo de Saúl (1 Sam. 28:16) pero “nunca se apartó el Señor de un alma que acudiera a él con sinceridad y humildad” (PP, p. 732).
“Así es como Satanás reviste con sus propios atributos al Creador y Bienhechor de la humanidad. La crueldad es satánica. Dios es amor; y todo lo que él creó era puro, santo y amable, hasta que el pecado fue introducido por el primer gran rebelde. Satanás mismo es el enemigo que tienta al hombre a pecar y luego lo destruye si puede; y cuando se ha apoderado de su víctima se alaba de la ruina que ha causado. Si le fuese permitido, prendería a toda la raza humana en sus redes. Si no fuese por la intervención del poder divino, ni un hijo o hija de Adán escaparía” (CS, p. 589).
Lucifer se vistió de ángel de luz para tentar a Jesús; y se disfrazó de Samuel para hostigar a Saúl cuando estaba ayunando, sin dormir, débil y angustiado. Si Saúl se hubiese arrepentido, habría tenido la misma victoria que tuvo Jesús en el monte de la tentación. “Si Saúl hubiese confesado su pecado, hubiese convocado a los israelitas, les hubiese hablado de su debilidad y los hubiese inducido a renovar su consagración al Señor, el resultado de la batalla podría haber sido muy diferente. Al presentar delante del rey la aparente imposibilidad de recibir perdón, Satanás tuvo éxito en desanimar del todo a Saúl e inducirlo a su ruina” (2CBA, p. 588).
Desenmascara al enemigo. Cuando te sugiere que tus enfermedades y problemas vienen de Dios, lee porciones de la Biblia que te recuerden el amor de Dios y repítelas en voz alta como lo hizo Jesús. Alaba el nombre de Dios, y el enemigo abandonará su ataque.
“Jehová te ha hecho esto” (1 Sam. 28:18), dijo el enemigo a Saúl, usando la vieja trampa. Pero no fue Dios quien lo hizo, sino que sufrió Saúl las consecuencias de sus decisiones. Dios quería salvarlo, pero Saúl desoyó toda advertencia y labró su propio destino.
Ten cuidado de no ponerle limitaciones a Dios; permítele que actúe en tu vida como él sabe que conviene para tu salvación. La próxima vez que te ocurra una tragedia, declara que sabes quién está detrás del incidente.