Así te lo cuento
Pero nosotros del nombre de Jehová, nuestro Dios, haremos memoria. Salmo 20:7.
Quizá sea mi interpretación de la historia, puede ser. Quizá mi visión del mundo me lo haga percibir de esta manera, puede ser. Lo cierto es que así lo viví y así te lo cuento, para que recuerdes que Dios es grande y que participa de nuestras historias.
Siempre me había gustado el texto de 2 Corintios 7:1: “Terminó, pues, Salomón la casa de Jehová, y la casa del rey; y todo lo que Salomón se propuso hacer en la casa de Jehová, y en su propia casa, fue prosperado”. Varias razones lo hacían un versículo relevante. En primer lugar, Salomón es un personaje muy atractivo para los que vivimos en el mundo académico, porque es de “sobresaliente”. Pone en primer lugar la sabiduría sobre cualquier otra cosa. En segundo lugar, porque decide colocar lo religioso en su sitio, en primera posición. Pero, te soy sincero, pensaba que era un modelo de otra época. Hasta que lo viví.
La Universidad Adventista del Plata llevaba varias décadas sin iglesia. La antigua construcción, mezcla de estilo luterano y colonial, se había quedado pequeña y hacía años que el lugar de congregación era el polideportivo. Era espacioso pero, a su vez, ruidoso. Estaba mal climatizado, y se pasaba frío en invierno y calor en verano. Se montaba los viernes como iglesia y se desmontaba los domingos para que cumpliera su función de espacio deportivo. Y se dio un paso de fe. Se invirtió lo invertible y avanzaron las obras de la casa de Dios. Los miembros, desde los mayores a los menores, ayudaron en todos los sentidos. Recuerdo el día en que llegaron los camiones con los bancos. Decenas de personas, voluntarias y anhelantes, descargando en símbolo de fraternidad. Se acabó la obra, sin deudas y con gratitud, y se ofreció a Dios. Merecía la pena por el silencio, la comodidad, la cercanía; y, ¡qué bueno!, la presencia divina.
Se hizo lo que había que hacer y comenzó el milagro porque aquel lugar “fue prosperado”. Económica y académicamente, la universidad empezó a desarrollarse exponencialmente y a adquirir relevancia. Dirán que fue una coyuntura social pero no lo creo, no eran los mejores años para ese país. Siempre existió inflación, siempre el temor por la inestabilidad y la carestía. Y, sin embargo, vimos la mano de Dios.
Quizá sea mi interpretación de la historia y algunos cuestionen esta manera de pensar, puede ser. Pero, lo cierto es que así lo viví y así te lo cuento, para que recuerdes que Dios es grande y que participa de nuestras historias. No lo olvides.
Dios es grande y siempre está al cuidado de todas las cosas… gloria Dios