La soltería, una opción de vida
“Anda, pues, por el buen camino, y practica la conducta de los justos” (Prov. 2:20).
La soltería está siendo una opción de vida para muchas mujeres, y esto no las convierte en mujeres de menos valía que las casadas. Muchas mujeres en generaciones pasadas vivieron creyendo que tener un esposo les daba un valor extra; pero recordemos que el valor personal y la individualidad son los dones más preciados que dio Dios a cada hombre y a cada mujer al momento de su creación. Sabemos que somos valiosas por el precio pagado en la cruz del Calvario, y porque salimos de las manos de un Dios de amor que nos hizo únicas.
Nadie puede alcanzar un estatus superior al que ya tiene por creación, y mucho menos a causa de su estado civil. Tengamos cuidado con el mito de la “media naranja”. Tú, amiga, no eres la mitad de nadie; eres una naranja completa, así que sácale el jugo y dale sabor a tu vida.
Parece ser que María, la hermana de Moisés, nunca se casó; sin embargo, las alusiones que la Palabra de Dios hace acerca de ella la muestran como una gran mujer, con un liderazgo fuerte y productivo sobre el pueblo, y que fue la mano derecha de sus hermanos en un tiempo en que el liderazgo de la mujer era poco aceptado.
Alguien dijo, y con justa razón, que el estado civil de las personas no ofrece felicidad, a menos que sea el resultado de la obediencia a la voluntad perfecta y agradable de Dios. Por lo tanto, la única forma de encontrar felicidad y plenitud es vivir en completo acuerdo con la voluntad de aquel que nos creó.
La soledad de la soltera es un mito. No importa el estado civil, las personas padecerán soledad e infelicidad hasta que reconozcan ante el Creador su posición de criaturas y den el paso de fe que las convertirá en hijas de Dios.