El Oscar de la fe
“Les digo que, aunque no lo haga por amistad, si sigues tocando a la puerta el tiempo suficiente, él se levantará y te dará lo que necesitas debido a tu audaz insistencia” (Luc. 11:8, NTV).
“Y el ganador del Oscar de la fe es…” Imagina la alfombra roja y el centellear constante de cientos de paparazzi tomando fotos. ¡Esta es la noche en que se revelará quiénes son los ganadores del premio de la Academia! ¿Quién se llevará la codiciada estatuilla? ¿Tal vez Pedro, por animarse a salir del bote y dar unos pocos pasos sobre el agua? ¿Tal vez, la mujer que se escabulló entre la multitud para tocar el manto de Jesús? ¿O quizá Juan el Bautista, a quien Jesús describió como el mayor de los profetas? No, ¡ninguno de ellos! Durante su ministerio en la Tierra, Jesús solo otorgó a dos personas un Oscar de la fe. Elogió públicamente, por su impactante confianza en Dios, solo a dos personas. Es interesante notar que ninguno de los dos era judío o líder religioso.
El primer Oscar se lo llevó el centurión romano, que dijo a Jesús que no se molestara en ir a su casa, sino que solo diera la orden desde donde estaba y su siervo sanaría. Asombrado, Jesús se dio vuelta y le dijo a la multitud: “Les digo, ¡no he visto una fe como esta en todo Israel!” (Luc. 7:9, NTV). El segundo Oscar lo ganó la mujer cananea a la que Jesús comparó con un perro. Sin inmutarse, ella persistió y pidió aunque sea solo las migajas que caen de la mesa de los hijos. Entonces, Jesús le dijo: “Tu fe es grande. Se te concede lo que pides” (Mat. 15:28, NTV).
¿Qué era tan especial en la fe de estas dos personas como para que Jesús las alabara tanto? Tenían una fe como la de los niños: inocente y persistente. En A Praying Life [Una vida de oración], el escritor cristiano Paul Miller reflexiona: “Los niños pequeños no imaginan que sus padres no vayan finalmente a decir que sí. Ellos saben que si continúan molestando a sus padres, finalmente accederán. Pero cuando crecemos, perdemos la inocencia y nos volvemos más cínicos. Las desilusiones y las promesas rotas se vuelven la norma, y dejamos de soñar”. Jesús les entrega un Oscar de la fe al centurión y a la mujer cananea para recordarnos que la fe inocente y persistente será recompensada. No te rindas en la oración, ¡una gran recompensa te espera!
Señor, muchas veces pierdo la paciencia y las esperanzas al orar, o permito que el cinismo me robe mi confianza en ti. ¡Reaviva mi fe! Ayúdame a regresar a la inocencia de la niñez, para orar con una insistencia audaz.
Amen