Viernes 29 de Octubre de 2021 | Matutina para Jóvenes | Aspereza disfrazada

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Aspereza disfrazada

“Sí, Señor; pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos” (Mat. 15:27, NVI).

Imagina que estás llegando a una tierra desconocida y alguien se te aproxima gritando. ¿Qué pensarías?

Cuando tenía que preparar las clases de inglés o de música para la residencia de los profesorados, se me exigía que anotase minuto a minuto qué haría. Todo debía estar planificado, teniendo en cuenta posibles situaciones que podrían llegar a surgir. Había clases más ricas en recursos y temas que otras, y recuerdo que una profesora nos decía que, a veces, teníamos que actuar para llamar la atención y enseñar mejor.

Creo que la clase que Jesús se propuso dar ese día tenía varios factores en cuenta. Él sabía que esta lección era importantísima y, para hacerla más clara, actuó muy bien para demostrar su punto.

Se puso en el camino de esta mujer que le daría pie a ejemplificar perfectamente el trato que los judíos tenían con los paganos, a pesar de que debían ser luz y testimonio para todas las naciones.

Su diálogo frío con ella era simplemente una demostración de la forma en que los judíos trataban a los demás, que supuestamente no estaban bajo el favor de Dios. Cuando él le dio a entender que sus bendiciones estaban reservadas para el pueblo favorecido de Dios, ella no se dio por vencida.

“Esta respuesta habría desanimado por completo a una suplicante menos ferviente. Pero la mujer vio que había llegado su oportunidad. Bajo la aparente negativa de Jesús vio una compasión que él no podía ocultar” (El Deseado de todas las gentes, p. 367).

¡Qué hermoso! Jesús no era tan buen actor al final… a propósito. Con un guiño oculto le dio lugar a hacer una última súplica que era solo la punta del iceberg de su fe y le concedió su petición: su hija quedó sana.

Esta mujer pagana reconoció en Jesús a quien sus compatriotas no podían ver.

Se nos dice que este fue el único milagro que Jesús hizo en este viaje.

Hoy Jesús también quiere pasar por las ciudades paganas en las que vivimos, aunque sea para hacer un solo milagro. Quiere usarte para que esas personas que no tienen apellido adventista, que se creen desprovistas de su favor, o que están alejadas por las barreras que a veces ponemos, se encuentren con él. ¿Se lo permitirás?

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