Sola, aun estando acompañada
“Más valen dos que uno, pues mayor provecho obtienen de su trabajo. Y si uno de ellos cae, el otro lo levanta. ¡Ay del que cae estando solo, pues no habrá quien lo levante!” (Ecl. 4:9, 10).
No te asustes si te sientes sola cuando estás sola, asústate cuando te sientas sola estando con alguien. La soledad experimentada cuando una está rodeada de personas es mucho más devastadora.
Los vínculos humanos son tan necesarios como alimentarse cuando se tiene hambre o beber cuando se tiene sed; es lo que da sentido a la existencia, pues hemos sido creadas para conectar. Es a través del otro que nos hacemos conscientes de nuestra propia vida. Sin el otro, somos semejantes a una isla perdida en el vasto universo. Es por esto y mucho más que Jesús oró: “Te pido que ellos estén completamente unidos, que sean una sola cosa en unión con nosotros, oh Padre, así como tú estás en mí y yo estoy en ti” (Juan 17:21, RVR 95).
Sentirse próximo a otro ser humano nutre nuestra necesidad de pertenencia y trascendencia, pero es necesario que seamos conscientes de que los vínculos afectivos son un tejido emocional y social en el que debemos participar activamente. Erick Fromm se refiere a los vínculos saludables como aquellos que ven al otro tal como es, lo aceptan tal como es y empatizan con él sin exigencias ni condiciones, y a la vez mostrándose genuinos y sin doble cara.
Los vínculos humanos maduros se originan a través de un vínculo estrecho con Dios, siendo honestas, genuinas, humildes, sencillas y dóciles a su voluntad. Esto queda muy claro cuando leemos en la Biblia: “El Padre y yo somos uno solo” (Juan 10:30, RVR 95).
Ser uno con el otro no significa entrega de voluntad y sometimiento, tan solo es reconocer al otro como necesario para una existencia plena. Reconocer que los ancianos necesitan a los niños, los niños a los adultos, las mujeres a los hombres y los hombres a las mujeres. Los hijos nunca serán estorbos, los padres nunca serán una carga; en resumidas cuentas, la coexistencia es la que nos permite no solo existir, sino vivir plenamente. Por eso, querida amiga que lees estas líneas, mi último mensaje para ti tras este viaje de 365 días es el siguiente: aprende a coexistir de una manera que tenga sentido para ti y para los demás. No te prives ni prives a nadie de uno de los privilegios más grandes de haber sido creada mujer.
Feliz año 2022.