Semblantes iluminados
“Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios y el conocimiento de la verdad que es según la piedad” (Tito 1:1).
Esta epístola pastoral fue dirigida a Tito cuando él estaba involucrando en el ministerio a los cristianos de Creta. Sabemos que Tito es un hijo espiritual de Pablo. El objetivo del escrito es orientar y fortalecer la fe y la vida cristiana de los convertidos. Pablo aconseja la organización de la iglesia más completa y formal, y orienta a Tito acerca de las calificaciones para los ancianos de la iglesia.
En el capítulo 1, Tito es instruido sobre cómo tratar con los dirigentes de su iglesia. Y ¿cuáles son los deberes de los dirigentes o de los ancianos? Un anciano debe ser inmaculado e irreprochable; tener solo una esposa y ser fiel a ella; no debe ser irascible ni arrogante; no debe ser dado al vino, ni violento, ni codicioso. Debe ser hospitalario y amigo del bien, tener dominio propio, y ser justo y santo. Un anciano debe ser apto para usar la doctrina con el fin de animar al sincero y rechazar al simulador.
Pablo fue muy intenso en la predicación del evangelio, así como en la formación de líderes misioneros. Bernabé discipuló a Pablo; este, a Tito; y Tito discipuló a los ancianos y los jóvenes de Creta. “El apóstol hizo de la enseñanza de jóvenes para el oficio de ministros una parte de su obra. Los llevaba consigo en sus viajes misioneros, y así adquirían la experiencia necesaria para ocupar más tarde cargos de responsabilidad. Mientras estaba separado de ellos, se mantenía al tanto de su obra, y sus epístolas a Timoteo y Tito demuestran cuán vivamente anhelaba que obtuviesen éxito” (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, p. 296).
Por eso, si eres dirigente de la iglesia, sé un líder misionero como Pablo y vive formando otros discípulos. No te olvides de que “discipular no es apenas enseñar lo que se aprende, sino vivir lo que se enseña” (Carlos Moreira).
Por otra parte, si no eres un dirigente, ora y apoya el liderazgo de tu iglesia y participa en la misión, porque “vendrán siervos de Dios con semblantes iluminados y resplandecientes de santa consagración, y se apresurarán de lugar en lugar para proclamar el mensaje celestial. Miles de voces predicarán el mensaje por toda la Tierra” (Elena de White, Eventos de los últimos días, p. 177).