Solo por una piedrecita
“El Señor dice: ‘Mis ojos están puestos en ti. Yo te daré instrucciones, te daré consejos, te enseñaré el camino que debes seguir’ ” (Sal. 32:8).
Un avión comercial tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia pocos minutos después de haber iniciado el vuelo, cuando uno de los motores comenzó a expeler humo y, bajo la mirada aterrorizada de los pasajeros, el humo se convirtió en fuego. La pericia del piloto y del equipo de tierra lograron evitar la catástrofe. Las investigaciones posteriores descubrieron la causa del percance: una piedrecita había volado con el aire y se había introducido en uno de los motores. Ya ves cómo las cosas pequeñas, en algunas ocasiones, pueden tener consecuencias enormes.
Quiero aplicar esto a la experiencia cristiana. El descuido del compañerismo con Dios suele comenzar con cosas pequeñas, que en ocasiones pasan inadvertidas en la prisa de la vida, pero que pueden tener consecuencias eternas. Si descuidamos la oración diaria y permanente, quedamos a expensas de nosotras mismas y estamos a la deriva a la hora de tomar decisiones, por muy intrascendentes que nos parezcan.
- Si oramos, podemos vivir con la confianza de un niño, que tiene la seguridad de que está al resguardo de su padre. La conversación diaria con el Padre celestial es un hábito que es necesario practicar y practicar, hasta que sea parte de nuestras necesidades diarias, como beber y comer.
- La reflexión diaria en un pensamiento o versículo de la Biblia actuará como un soporte y un sostén cuando el desánimo quiera hacer nido en la mente y el corazón. La Palabra de Dios nutre el espíritu, fortalece la fe y nos da a conocer la voluntad del Padre, lo que nos permite caminar seguras y confiadas. Cuando descuidamos su lectura, comenzamos a crear nuestras propias teorías de subsistencia y la incertidumbre se transforma en nuestro compañero frecuente.
- Al amanecer y al anochecer, es bueno levantar la vista al cielo y agradecer. Este simple y pequeño acto beneficia la salud del cuerpo y del alma. Todos los días hay razones para decir a Dios “gracias”: por todo lo que Dios nos da, por todo lo que tenemos, por lo que nos falta, por lo que nos hace reír y llorar; en todo, Dios está presente.
Si cultivas estos tres hábitos, tu vuelo será seguro y llegarás a tu destino: la patria celestial.