Jueves 23 de Diciembre | Matutina para Jóvenes | El valor del crecimiento

Jueves 23 de Diciembre | Matutina para Jóvenes | El valor del crecimiento

El valor del crecimiento

“Pero gracias a él ustedes están unidos a Cristo Jesús, a quien Dios ha hecho nuestra sabiduría; es decir, nuestra justificación, santificación y redención” (1 Cor. 1:30, NVI).

Puede ser que este no sea un valor en sí, por lo menos no dentro de las categorías de la sociedad. Pero en la vida cristiana es esencial.

Este año hemos vivido otros 357 días. Quizá físicamente muchos ya no estamos en etapa de crecimiento, pero como hijos de Dios crecemos constantemente en nuestra vida espiritual, o al menos así debería suceder.

Pocas veces nos detenemos a pensar que, si un niño dejara de crecer según lo esperado, inmediatamente se consultaría a profesionales y se vería qué hacer al respecto, mientras que muchos pasamos toda una vida “estancados” en nuestro crecimiento espiritual, sin que eso genere grandes alarmas o preocupaciones. Jesús se hizo sabiduría, justificación, santificación y redención por nosotros, para que pudiésemos alcanzar cada uno de esos pasos esperados e indispensables.

Pero ¿cómo logramos esto? Es muy simple, y a la vez contrario a nuestra naturaleza humana. Tenemos que renunciar a nuestro yo, pedir que el Espíritu Santo more en nosotros cada día y, de esa forma, por su obra, avanzar en nuestro crecimiento según lo planeado.

Somos justificados por la fe, pero en respuesta natural a su amor nos vaciamos de nosotros mismos para que haya lugar para él. No es que haya una obra en sí que debamos hacer. La obra la realiza el Espíritu Santo. Pero no puede hacerla sin nuestro permiso y petición.

Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, vemos el papel que desempeñó el ser humano en los milagros experimentados por orden divina. El papel fue someterse, obedecer, y entonces recibir. Dios no necesita de nosotros para hacer milagros, pero nosotros sí lo necesitamos a él. Esto es algo que se renueva todos los días, algo que debemos pedir continuamente, sin cansarnos ni confiarnos en nosotros mismos.

Muchas veces nos quedamos estacionados en la fase de la justificación, discutiendo sobre la fe y las obras, y no damos lugar al proceso completo que Dios quiere obrar en nosotros. Sería como estar en un aeropuerto, subir las escaleras que llevan al avión y quedarse conversando en ellas sin entrar al avión.

Independientemente de lo que haya pasado en estos 357 días, si hubo mucho crecimiento o no, las buenas noticias son que estamos a tiempo de pedir que ese proceso avance hoy mismo.

Nada de mí, todo de él.

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