La relación amor-odio contigo mismo
“Todos los que temen al Señor odiarán la maldad. Por eso odio el orgullo y la arrogancia, la corrupción y el lenguaje perverso” (Prov. 8:13, NTV).
–No entiendo la clase. Odio ser tan tonto –dijo uno de mis alumnos.
–¿Sabes? El mundo se va a esforzar en tratar de hacerte sentir tonto –le respondí–. No debes creer esa mentira.
Hemos abusado tanto de la palabra “odio”, que ha perdido su significado. En serio, aparte del pecado, ¿odias algo realmente? ¿Odias levantarte temprano? ¿Odias esas etiquetas de las camisas que pican? ¿Odias los correos electrónicos no solicitados? ¿Realmente odias esas cosas o, simplemente, no te gustan? La razón por la que no deberías “odiar” nada, y mucho menos a ti mismo, es porque odiar no es de Dios.
La frase “el lenguaje perverso” de Proverbios 8:13 pareciera describir a alguien que tiene una lengua muy sucia, pero la realidad es que la perversión comienza en el momento en que comienzas a rebajarte a ti mismo. ¿Te das cuenta? Si Dios nunca te llamaría tonto, ¿por qué tienes que catalogarte tú mismo de esa manera? Dios no hará eso jamás, pero ¿sabes quién sí lo hará? Satanás, el acusador. Y Satanás usará cualquier herramienta para neutralizar las habilidades y los dones que Dios te dio.
Hay gente que de verdad se odia a sí misma. Y aunque no recuerdes ninguna ocasión en la que te hayas rebajado a ti mismo, piensa en un jardín de infantes. Cuando un maestro pregunta a la clase quién sabe dibujar, todos levantan la mano. Avancemos rápidamente hasta la secundaria. El profesor hace la misma pregunta y solo tres levantan la mano. ¿Levantarías tú la tuya?
Un amigo mío de la secundaria podía dibujar cualquier personaje de caricaturas que veía. Y creaba nuevos escenarios para los héroes e incluso nuevos personajes. Dibujaba las caras y las formas del cuerpo extraordinariamente. En la clase de arte trabajaba en acrílico, puntillismo e incluso arcilla, con resultados sorprendentes. Pero incluso cuando la clase incentivaba y alababa sus habilidades, él rechazaba los cumplidos. Decía que era “malo”. Se enfocaba mucho en rebajarse a sí mismo (el lenguaje perverso), permitiendo que eso envenenara todo su ser. Los maestros alentaban su habilidad e incluso lo animaban a que estudiara arte, pero él respondía que no. Lo último que supe de él fue que estaba trabajando como empleado de almacén en una tienda de comestibles.
Dios no creó bombillas tenues, sino seres iluminados con pasión y capacidades. Si actualmente estás escondiendo tu luz, enciéndela y deja que brille.