Un final y un nuevo comienzo
“Yo iré delante de ti, derribaré las alturas, romperé las puertas de bronce y haré pedazos las barras de hierro” (Isa. 45:2).
Por amor, Dios ha sido nuestro proveedor, guardador, sustentador, sanador, libertador, salvador y pastor durante todo este año que está a punto de terminar. No solo lo ha sido para nosotras, sino también para nuestros hijos y para los hijos de nuestros hijos. Él ha sido nuestro amparo, nuestra fortaleza y nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.
Durante el año que acaba, hemos sido testigos y objeto del poder de Dios. Él ha estado al frente, como comandante supremo en todas tus batallas, como tu amigo en todas tus alegrías y como consejero en todas tus decisiones.
Muchos de nuestros retos aparentemente imposibles han sido superados con la ayuda y el poder de Dios: enfermedades, aflicciones emocionales y espirituales, pérdidas y duelos, crisis familiares… Y ahora estamos aquí, listas para dar la bienvenida a un nuevo año que comienza y para despedir el que queda atrás. En medio de un mundo deshumanizado, lleno de aflicción y dolor, clamamos a él con convicción. Solo así nos hemos mantenido fuertes.
En este nuevo año que va a comenzar, pongamos como sello en nuestra mente la seguridad de que él está al frente de los derroteros de este mundo nuestro. En medio del desorden social, político y económico, Dios aún tiene misericordia de sus criaturas e interviene en sus vidas. Solo piensa “que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien” (Rom. 8:28, RVR 95). ¿Amas tú a Dios? Entonces confía en él, y él hará. Él resolverá a su debido tiempo el caos que quizá está presente en tu vida ahora mismo; afiánzate en su promesa: “He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros” (Isa. 49:16, RVR 95).
Esta seguridad te debe llenar de esperanza, optimismo y confianza, no importa cuán complicado te parezca el futuro. “Confía en el Señor y haz lo bueno, vive en la tierra y mantente fiel. Ama al Señor con ternura, y él cumplirá tus deseos más profundos. Pon tu vida en las manos del Señor; confía en él, y él vendrá en tu ayuda. Hará brillar tu rectitud y tu justicia como brilla el sol de mediodía. Guarda silencio ante el Señor; espera con paciencia a que él te ayude” (Sal. 37:3-7).