Matutina para Adolescentes, Miércoles 24 de Febrero de 2021

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El crecimiento espiritual – parte 2

“Cuando yo era niño, hablaba, pensaba y razonaba como un niño; pero al hacerme hombre, dejé atrás lo que era propio de un niño” (1 Cor. 13:11).

Beto continuó:

–En serio. ¡Mi exnovia se volvió loca! Perdió la cordura. Ella fumaba como una chimenea y era súper divertida, pero ahora solo usa faldas hasta los tobillos y se la pasa contándome un montón de teorías conspiratorias absurdas. Sé que esto puede pasar con cualquier religión, ¡pero es inaudito!

–Bueno –le dije–. Yo conozco gente así, con una visión del mundo muy en blanco y negro, sin matices. Pero la religión saludable se centra en las relaciones, no en las reglas.

Lo cierto es que pasar de un extremo a otro es algo normal de la naturaleza humana. E incluso bastante saludable, hasta cierto punto. Alguien que no tiene raíces espirituales, que simplemente hace lo que se siente bien y vive el momento, podría necesitar un respiro y disfrutar de cierta mesura temporal.

Los psicólogos identifican cuatro etapas del crecimiento espiritual que todos pueden experimentar potencialmente, aunque se puede permanecer en una etapa durante muchos años o el resto de la vida. Estamos diseñados para pasar por estas etapas y, mientras no nos estanquemos, es un proceso saludable.

Los niños pequeños están en la primera etapa:

Son egocéntricos y caóticos. Piensan que el mundo gira en torno a sus deseos inmediatos de placer y gratificación. Algunas personas nunca abandonan esta etapa. La mayoría regresamos a ella más a menudo de lo que nos gustaría admitir.

La segunda podría llamarse etapa de la fe ciega.

En ella, el individuo ya actúa según las reglas y sabe vivir en comunidad. Piensa en un niño de siete años. Puedes contarle cualquier historia increíble y a menos que sepa que lo han engañado varias veces, la creerá. Es un mundo en blanco y negro en el que las personas siguen a la autoridad y rara vez cuestionan sus creencias. Para muchos, es el mejor lugar de todos.

La tercera etapa es de escepticismo y curiosidad.

Los preadolescentes y los adolescentes por lo general experimentan esta etapa para formar sus propias creencias religiosas, y no sencillamente aceptar las de sus padres.

En la cuarta etapa, las personas reconocen su ambigüedad espiritual.

Al igual que Job al final del libro que lleva su nombre en el Antiguo Testamento, reconocen que no tienen todas las respuestas, pero confían en un Dios que sí las tiene. Están dispuestos a poner su vida en sus manos.

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