Juegos de apuestas en Las Vegas
“Nadie puede servir a dos señores […]. No se puede servira la vez a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24, NVI).
Los primeros años de la década de 1930 fueron muy difíciles para los estadounidenses debido a la Gran Depresión. Todo el mundo estaba sufriendo financieramente. Como todos, el estado de Nevada necesitaba dinero y los legisladores buscaban idear un plan para aumentar los impuestos. ¿Y cuál fue su solución? El 19 de marzo de 193,1 legalizaron el juego de azar y establecieron casinos. ¿Se imaginan eso? Estados Unidos se enfrentaba a su peor crisis económica de la historia, ¡y Nevada hizo un plan para estafar a la gente de su dinero duramente ganado!
Hoy en día, los juegos de azar adoptan muchas formas. La gente compra billetes de lotería, juega a las cartas, desafía a las ruletas y prueba suerte en las máquinas tragamonedas. Apuesta en partidos de fútbol, carreras de caballos y boxeo; las apuestas en línea son el último vicio que ha llegado (y la mayoría son ilegales). A pesar de las restricciones federales en su contra, el juego se ha convertido en la principal industria de los Estados Unidos. Sus ingresos totales son mayores que la riqueza combinada de las cien mayores empresas de los Estados Unidos, como U.S. Steel, General Electric y Metropolitan Life. En la actualidad, unos 90 millones de adultos juegan 500.000 millones de dólares al año, de los cuales casi 450.000 millones se apuestan ilegalmente.
El juego, como el alcoholismo, es una enfermedad y es destructivo para cualquier sociedad. Solo anima a la gente a confiar en la suerte y a esperar algo a cambio de nada, en lugar de trabajar duro para conseguir cosas reales en su vida. Lo peor de todo es que siempre hay personas en cada sociedad que siguen apostando todo lo que tienen, incluso cuando no tienen nada. Jesús nos aconsejó amorosamente que no podemos servir a Dios y al dinero al mismo tiempo. O nos centramos en Dios, o nos centramos en el dinero. Centrarse en Dios nos permite construir una relación con Alguien que ha arriesgado todo para estar con nosotros, y proporcionarnos una vida feliz y significativa.
Centrarse en el dinero nos permite comprar más cosas que nos empujan más y más a una existencia superficial y sin sentido. Como esas son las únicas opciones, apuesto a que… no… voy a orar para que elijas la primera opción.