«Sálvame y viviré para ti»
«Pues ustedes presentarán una abundante cosecha de buenas acciones gracias a Jesucristo, para honra y gloria de Dios». Filipenses 1: 11
Durante muchos años ella y su compañero se habían dedicado a una vida disoluta. Eran dueños de un bar en el corazón de uno de los barrios más lúgubres de la ciudad. Una cueva de ladrones, escondedero de criminales y sede de los centros de microtráfico en aquella zona urbana. Sus días transcurrían todos de forma similar: alcohol, sexo, baile y atender la densa nube de clientes que gastaban allí su tiempo, dinero y sus vidas. Así transcurría su miserable existencia.
Pero aquella parecía ser una noche diferente: había entregado su cuerpo a más clientes, había tomado más que nunca, había bailado con todo el que quiso bailar con ella. Al amanecer, comenzó a experimentar cierto malestar, así que decidió marcharse a la casa. Dio las instrucciones a su compañero de que se encargara del negocio y se fue. El malestar aumentaba. Estaba perdiendo la sensibilidad en su brazo y pierna derechos. Sudaba copiosamente y se le dificultaba respirar. Sintió náuseas y cayó repentinamente al suelo. Toda su vida desfiló como una película ante sus ojos: la niñez cargada de necesidades, maltrato y hambre. La juventud rebelde, la huida de casa y el inicio de su vida de prostitución, drogas, alcohol y aquel dolor profundo del alma que nada le había podido curar.
Fue en aquel momento cuando elevó una oración: «Dios, si existes, no me dejes morir así. Sálvame y viviré para ti». El cumplimiento de aquella fue lo que la llevó a la iglesia por primera vez. Su compañero vio el pasacalle donde se anunciaba la campaña y le llevó la noticia. Escuchó cada tema con suma atención, entendió el corazón del mensaje bíblico: «Que Cristo Jesús murió en la cruz por los pecados de la humanidad, resucitó y volverá por segunda vez».
—Yo quiero estar ahí ese día, pastor. Por eso lo invité a mi casa para contarle mi vida. Mi compañero y yo no estamos casados y queremos que nos ayude para bautizarnos —me dijo.
El día de su bautismo invitó a toda la gente que trabajaba en el bar con ella. Ellos observaron la ceremonia con lágrimas en los ojos. Cuando la gente del barrio y sus antiguos clientes la ven caminar con su familia rumbo a la iglesia cada sábado entienden que hay un Dios poderoso en los cielos que está dispuesto a obrar en la vida de todo aquel que se lo permita. @Dios te dice hoy:
«¿Necesitas una oportunidad para cambiar tu vida? Acéptame y te sorprenderás de los resultados».